TOLERANCIA
Tollo, tóllere, sústuli, sublatum , es llevar, levantar...
bueno, nada especial. En razón de los complementos que le acompañen, puede endurecerse
su significado: Aliquem de medio tollere, quitar a uno de en medio; dictaturam
funditus tollere ex re pública, eliminar totalmente la dictadura de la república. Tolle,
tolle, crucifige eum, fuera, quítalo de en medio, crucifícalo. Pero hay algo
inquietante en este verbo. El perfecto y el supino tendrían que ser tuli, latum;
pero he aquí que se les añade el prefijo sub, con lo que el significado pasa, velis
nolis, al de soportar, sufrir aguantar. No sólo eso, sino que comparte las formas de
perfecto y de supino con el verbo sufrir: súffero, suffers, sufferre,
sústuli, sublatum. Y Al pasar de tóllere a
tolerare, le añadimos al verbo un poco más de intensidad, es decir más
aguante. En fin de cuentas, tolerar es aguantar, es sufrir.
Y volvemos a estar en el análisis léxico donde siempre: agente y paciente. Quién ha
de aguantar y quién ha de ser aguantado. Quien ha de usar de santa resignación y cuáles
son las personas y cuáles las acciones ante las que hay que resignarse. Porque la
respuesta fácil del toma y daca es falsa. La experiencia nos demuestra hasta la saciedad
que el que aguanta siempre es el mismo, y el que ha de ser aguantado es también siempre
el mismo. No se cruzan los papeles. Con lo que predicar tolerancia es decirle al que
aguanta, que aguante aún más; y al que es aguantado, que siga adelante con la suya, que
la cuerda no se va a romper ; que apele a la capacidad de resistencia, que apele a la
santa tolerancia y podrá montarse cada vez más confortablemente sobre los comprensivos
tolerantes. Va, pues, el sermón, en una sola dirección. Como tiene que ser.
Hay que decir ante todo que ésta es una virtud profundamente cristiana, una virtud de
perdedores. La tolerancia se la pide siempre el ganador al perdedor, nunca a la inversa,
sería un contrasentido. Se la pide el opresor al oprimido, el dominador al dominado. Y
nunca, nunca jamás se pide entre iguales. Los iguales ponen las cartas boca arriba y
pactan; así que de tolerancia, nada. La igualdad no se puede construir sobre la
tolerancia. Hay que inventarse una virtud menos cristiana. No vamos a desacreditar la
tolerancia, porque forzoso es reconocer que sin esa capacidad de aguante, el cristianismo
no hubiese podido prosperar. Era lo único que se le podía pedir a un esclavo, que lo
aguantase todo, que se aguantase, que confiase en Dios y en la innata bondad humana; que
vendrían tiempos mejores que él no vería, pero que se ganaba el cielo. Sin eso, hubiese
sido imposible.
Pero vinieron los descreídos a decirnos que eso era opio, que de tolerancia nada. Y de
ir de bueno, menos. Que la vida es un mercado y en el mercado no se regala nada. Se compra
o se vende. Y de dejarse enredar o dejarse robar, nada de nada. Que para los que tienen
vocación de mártires, perfecto. Pero si a lo que aspira uno es a vivir bien en esta vida
y no en la otra, si aguantas una, te hacen otra, y otra, y eso no tiene fin. Que la
tolerancia no es la solución, sino una parte del problema.
Mariano Arnal
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