PRIMAVERA

Las estaciones del año, al igual que el calendario en general, no han estado siempre tan claras como ahora. En principio se distinguió entre ver, que era el buen tiempo, e hiems o hibernum tempus, que era el mal tiempo, el invierno. Con la palabra ver se indicaba la estación de la floración y fructificación, especialmente de los cereales. (Vere numerare flores = contar las flores en primavera, es decir empeñarse en imposibles). Pero con el tiempo se fueron haciendo subdivisiones de esta larga estación. Se empezó a distinguir el principio de la primavera, al que se llamaba vere primo, sin ser todavía el nombre de una nueva estación. Con la forma primum ver empieza a tener nombre la estación, que finalmente queda fijado ya en femenino, prima vera, hacia el 1490. Ése fue finalmente el nombre del principio de la estación del buen tiempo. Verano, que procede de Ver (Primavera) y es la abreviación de veranum tempus (latín vulgar), pasó a ser la segunda parte del ver (es decir, que si se hubiese seguido con el ordinal, se hubiese llamado "segunda-vera". Y finalmente con la palabra estío se designaba el final de la estación de los calores. Compárese con su derivado estiaje, la estación más seca, cuando disminuyen los caudales de agua de los ríos. Al volver a entrar en estación lluviosa pasamos al otoño, que se desgajó del invierno.

La primavera empieza cuando el Sol entra en el signo de Aries y acaba en el momento en que sale de Géminis. Al empezar la primavera, es igual la duración del día que de la noche. Este es probablemente el término meteorológico más empleado metafóricamente, en especial por los poetas. Se dice de algo que está en su primavera cuando luce su máximo vigor y hermosura. Cumplir primaveras suena bastante mejor que cumplir años, aunque se esté en el otoño de la vida. Para los romanos la diosa Flora fue la personificación de la primavera. Más recientemente se la simboliza en la figura de una mujer joven que en una mano tiene un cordero y en la otra un ramo de flores, o en la figura de un niño con una abeja en una mano y un pavo real en otra.

Una institución que da que pensar es la Primavera sacra (Versacrum), nombre que se daba entre las tribus Sabelias de la antigua Italia, a un período de tiempo consagrado al dios Mamers, en el que había que sacrificarle la décima parte de todo lo que diesen la tierra y los animales, incluido el hombre. Es lo que en el judaísmo y en el cristianismo fueron los diezmos y primicias. Entre estos diezmos había que incluir los niños que nacían durante el Versacrum, que tenían que ser sacrificados al dios Mamers. Con el tiempo se sustituyó el sacrificio por el destierro. Los nacidos durante la Primavera Sagrada eran retenidos hasta los 20 años, y a esa edad se les desterraba. Mediante este procedimiento fueron poblados el Piceno, el país de los Hirpinos y el Samnio. Alguna explicación tienen que tener estos ritos, y lo más razonable es buscarla en la limitación de la vida sacrificándola a un devorador de la especie (que en este caso es una divinidad), tal como hacen todos los vivientes.

Mariano Arnal

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