ORTOGRAFÍA

Según todos los diccionarios, la ortografía es una parte de la gramática de una lengua, y se ocupa de la manera correcta de escribir las palabras. Como todo el mundo sabe, viene del griego orqoV (orzós), que significa correcto, y de grajia (grafía), que significa escritura. Nada nuevo.

Lo que sí es sumamente novedoso es que los políticos se metan a gramáticos; pero no en mérito a sus conocimientos gramaticales, sino en mérito a los votos. Menos mal que no se meten a ingenieros (y bien caro que nos sale cuando se les ocurre hacerlo). Es una gran novedad que la ortografía empiece a ordenarse por ley, previo debate y votación en el Congreso. La ortografía se decide no por la fuerza de las razones, sino por la fuerza de los votos. Y como hay disciplina de voto, el jefe del partido indica en qué sentido hay que votar, y andando una de ortografía. Menos mal que ha salido la Real Academia puntualizando que para los documentos "oficiales" pueden hacer de su capa un sayo (es la ortografía política), pero que en el plano lingüístico, las Cortes no tienen autoridad alguna.

No hubiéramos llegado a este plante de la Real Academia de la Lengua Española, la que en crisol de oro limpia, fija y da esplendor, si no se hubiese llegado al esperpento. Resulta que los diputados representantes del catalanismo, a fin de poner una pica lingüística en Flandes, proponen que el nombre oficial de Lérida sea Lleida, y el de Gerona sea Girona, para toda España y en español, por supuesto. Como la historia se puede tergiversar tanto como se quiera, lo de Lleida podía ser una cuestión bizantina de nunca acabar. Pero lo de Girona es el no va más. Resulta que por ley se sustituye Gerona por "Girona", palabra que no se puede pronunciar, puesto que impone un sonido que no existe en español. Áteme usted esa mosca por el rabo, a ver cómo se puede proclamar "oficial" en una lengua, un nombre impronunciable en esa lengua. Esto es lo mismo que si un buen día las Cortes deciden por ley que hay que mirar con las orejas y oír con los ojos. Bueno, y qué. No han promulgado una ley, sino una idiotez. Pues ahí es donde estamos, en el esperpento. Se veía venir. Ese voluntarismo de las Cortes por agradar a los nacionalistas, ese toma y daca en el que hay una gente, una cultura y una lengua que no sólo se impone a la otra, sino que incluso la humilla con auténticas ñoñeces que por obra y gracia del nacionalismo se convierten en trascendentales cuestiones de Estado, no podía acabar bien. Resulta que las Cortes se metieron en camisa de once varas y se pusieron a legislar sobre toponimia histórica, sobre ortografía, y sobre ortofonía. Introdujeron por ley en la lengua española una palabra nueva, impronunciable, en sustitución de otra igual de legítima, igual de antigua, incluso igual de catalana e igual de acreditada que Girona (del latín Gerunda) y la Real Academia dijo que nones, que ya estaba bien de guasa, y que zapatero, a tus zapatos. Mala pinta tiene la cuestión cuando ya no es ortográfica, sino fundamentalista. Se hace política al hablar y al escribir. Hay que pasarse a la ortografía política aunque sea absurda. Son los tiempos...

Mariano Arnal

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