Es el femenino de Francisco, y éste un nombre usado por primera
vez en san Francisco de Asís a quien su padre gustaba llamar Francesco (en
italiano, derivado de francese, francés) y con este nombre se quedó. Si bien son
muchísimas las Franciscas que celebran su onomástica por san Francisco de Asís, otras
en cambio se alegran de poder celebrarla con una santa Francisca. En cuanto a este nombre,
conviene recordar que lo es también de una especie de hacha de guerra usada
exclusivamente por los francos, que la manejaban con extraordinaria destreza.
Santa Francisca Romana o de Ponziani, o también Busa di
Leoni, nació en 1384 y murió en 1440. Era hija de Paulo Busa de Leoni, una de las
grandes familias romanas de entonces. Su padre la casó a los 12 años con el joven
aristócrata Lorenzo de Ponziani. Tuvo tres hijos: Inés y Juan Evangelista, muertos en su
tierna infancia, y el primogénito, Bautista, que vivió largamente y dio continuidad a la
familia. La historia de Francisca se confunde con el devenir tormentoso de la Roma de
entonces. Roma estaba dividada en dos bandos antagónicos los Orsini, que luchaban por el
papa, y los Colonna, que estaban a favor de Ladislao de Náples. En uno de estos
enfrentamientos, Lorenzo fue herido en un costado y perdieron la batalla los Orsini.
Ladislao entró victorioso en Roma y tomó rehenes de entre las familias más poderosas de
sus enemigos. A Francisca le tocó entregar a su hijo Bautista. Lo recuperó pronto, pero
de nuevo volvieron los napolitanos a ocupar Roma. Fue saqueado el palacio de los Ponziani,
y llevado de nuevo Bautista como rehén. Francisca, además de atender a su casa, se
ocupaba de los pobres y desvalidos, habiendo logrado reunir en torno a sí, un
considerable número de señoras, que fueron el núcleo de su congregación de oblatas
benedictinas . Las instaló en su casa de Tor de Specchi, en la vecindad de Campadoglio,
el 23 de marzo de 1433. Esta institución fue aprobada por el papa Eugenio IV aquel mismo
año. Allí se retiró Francisca a la muerte de su marido, siendo elegida priora por la
totalidad de las damas que formaban aquella comunidad, y en ese cargo estuvo hasta que
Dios se la llevó consigo. Fue la mística más destacada del siglo XV y la única
benedictina elevada al honor de los altares. Lo fue 50 años después de su muerte. Se la
suele representar con el Ángel custodio a su lado porque contó siempre en su vida con
esta compañía y auxilio. Tuvo continuadas visiones durante su vida y se le atribuyeron
numerosos milagros. Su fiesta se celebra el 8 de marzo.
Otras onomásticas: seis santas con este nombre se
celebran el 1 de febrero, mártires todas ellas; otra más el 27 de febrero, otra el 5 de
noviembre y otra el 22 de diciembre.