LAS COSAS Y SUS NOMBRES  NOMINA RERUM                                    Mariano Arnal

MOJIGATERÍA 

Éste es uno de los nombres de la hipocresía, al que el Evangelio dio carta de naturaleza en nuestra lengua (“Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas… sepulcros blanqueados…”). A pesar de eso, el español llano prefiere llamarla falsedad sin más. Pero la mojigatería tiene connotaciones especiales: se llama mojigata a la persona que afecta humildad, encogimiento o poquedad a la espera de que le llegue el momento oportuno para cumplir sus propósitos. Pero más frecuente es llamar mojigato al que se escandaliza con excesiva facilidad por la inmoralidad de las costumbres o de los actos ajenos; al que da muestras de moralidad o de virtud exageradas, más allá de las que se llevan en el ambiente general. En fin, se llama mojigatos a los que simulan una virtud que están muy lejos de tener. 

La mojigatería se formó en la religión, porque en ella estaban los valores por los que uno era aceptado o rechazado por la sociedad. Por eso Maquiavelo aconseja al príncipe que intente parecer religioso aunque no lo sea, o mejor aún, que lo parezca y se guarde de serlo, porque la religiosidad le debilitaría. Pero una vez transferidos el bien y el mal a la política, una vez que es ésta la que dicta lo que está bien y lo que está mal, la mojigatería y la gazmoñería trasladaron aquí su campamento. 

Si la única religión verdadera en política se erige en defensora de los oprimidos, siempre que convenga a sus intereses alzará el clamor contra la opresión y derramará abundantes lágrimas por sus víctimas. Pero las elegirá cuidadosamente, que no es propio de los políticos llorar por dolor, sino por interés. Las lágrimas de los políticos son para hacer llorar. Quien dirige una congregación política elige por quién hay que llorar y a quién hay que vituperar. Y quien profesa en la congregación o quien lleva como timbre de honor su adicción a ella, ha de afectar dolor en un caso e ira en otro, según le marquen las palabras y los actos de sus líderes. Eso es así en todas las religiones, también en las laicas.  

La palabra mojigato parece compuesta de la antigua denominación de gato en la línea de micho, michino, misino, mizo, que todavía conserva el diccionario. Probablemente al que afectaba la mansedumbre, los mimos y los arrumacos del gato para soltarte luego el zarpazo a la mano que lo acaricia cuando menos se lo espera, a ese tal le llamarían mojo, que pudo ser una forma castiza de llamar al gato. Pero al dejar de entenderse esta palabra, fue preciso aclararla añadiéndole la versión más común: gato (en Aragón, para que se entienda a quién se invoca cuando se dice “ojalá”, prefieren decir “ojalá Dios”, usando al tiempo el nombre musulmán y el nombre cristiano de Dios: Alá-Dios). Así es como pudo formarse la palabra mojigato. En cuanto a su significado y a su campo de aplicación han estado siempre claros. 

El diccionario propone como sinónimos de mojigato, en primer lugar mogato, una versión abreviada del mismo; y luego se extiende hacia gazmoño, monjil, melindroso, ñoño, pazguato, pudibundo, remilgado, timorato, beato.