LAS CLAVES LÉXICAS                                                                        Mariano Arnal


RIDÍCULO CURRÍCULO

Nos hemos instalado en el esperpento. La reforma se vistió con los oropeles de una palabrería preciosista que se había pensado no para el uso, sino para el escaparate. Y van los bobos de los políticos, y guiados por la vanidad se dejan engañar por el relumbrón de la bisutería abundante, convencidos de que van a ser la admiración del siglo presente y de los venideros. Van y me le ponen a la pobre enseñanza ese ostentoso atuendo, que al no ser de buen género ni estar confeccionado a conciencia, ni menos para el trote diario, a los cuatro días presenta el lamentable aspecto de un vestido de gala hecho un harapo. Mucha palabrería barata es lo que lleva, mucho querer dar el pego, pero en cuanto lo sacas del escaparate, puro andrajo. Los cuatro niveles de adaptación curricular estaban llamados a ser la piedra angular del edificio, la piedra filosofal que iba a convertir en oro todo lo que tocase. Un currículo nacional igual para todos los españoles (por ahí anda coleando el decreto de humanidades), proporcionaría a todos los que pasan por la escuela un bagaje cultural común; gracias a ese nivel curricular la escuela estaría formando ciudadanos españoles. ¡Oh! Esta es la primera parte; pero ahora viene la segunda, que es la más interesante. Tras el primer nivel de concreción curricular viene el segundo, que es el autonómico. En él cada comunidad autónoma se esfuerza en convencer a los niños que pasan por la escuela de que son diferentes. ¿Convencerlos? ¿Enseñarles? No, eso no es bastante: hacerlos diferentes. Y llega uno de esos consejeros de enseñanza y proclama algo que hacía sesenta años que no se oía en Europa: los hijos son de la comunidad. Algo que otros consejeros se callaban e iban haciendo. Esta es la segunda parte, pero ahora viene la tercera, que es la más interesante: resulta que la ley tiene previsto un tercer nivel de concreción del currículo, que corresponde a cada centro y tiene como objeto la adecuación de éste a las peculiares características municipales o de barrio que distinguen al centro o al lugar en que está enclavado: se llamará "proyecto curricular del centro". Y, ¡oh maravilla!: una vez conseguida la diferenciación autonómica, ¿para qué queremos seguir diferenciándonos por municipios y por barrios? Al llegar ahí, todo el mundo ha entendido que no hay que hacer de las diferencias una bandera ni una enseñanza; que simplemente ahí están para ser vividas tal como vienen. Así que nadie ha sabido qué hacer con el tercer nivel curricular, y por cubrir el expediente que dice la ley, las administraciones autonómicas han tenido que proporcionar a los centros un modelo igual para todos de proyecto curricular de centro, es decir de currículo diferenciado. Suena bien, ¿no? Esta es la tercera parte, pero ahora viene la cuarta, que es la más interesante: otro nivel curricular más, el del alumno, garantiza que cada uno pueda ser diferente, que por lo visto de eso se trata. Uno que creía que todo individuo tenía dos dimensiones, la individual y la colectiva, pues no: sólo tiene la individual. Y por lo visto no es en su casa donde cada uno es cada uno, sino en la escuela. Por eso ha de tener cada alumno su currículo diferenciado, y hay que evaluarlo por sí mismo, sin otros referentes. Porque es el programa común y los objetivos iguales para todos, lo que genera el fracaso. Si el objetivo de la escuela es que cada uno sea cada uno, es imposible el fracaso, porque así entran y así salen. La tiraron al barranco toda vestida de blanco.

EL ALMANAQUE se detiene hoy en los misterios del currículo.