ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS QUE FORMAN LA IDEA DEL HOMBRE    Mariano Arnal Arnal


ETIMOLOGÍAS DE LAS PALABRAS 
QUE FORMAN LA IDEA
DE LA CIUDADANÍA

GUARDIA CIVIL

La palabra guardia procede del alto alemán warten que significa buscar con los ojos, vigilar, guardar, atalayar, esperar algo o a alguien (de ahí aguardar). Son en principio los ojos los protagonistas (en italiano guardare es mirar), y de ahí se derivan las demás acciones de una guarda o guardia efectiva. Es claro que no se trata de acciones ofensivas, sino de pura prevención y defensa, basada especialmente en la vigilancia. Otra cosa es que metidos en harina haya que hacer bastante más que vigilar, y todos los cuerpos de vigilancia y defensa ciudadana (civil) tengan que pasar a mayores y acaben militarizándose. 

La idea de crear cuerpos especializados en la protección ciudadana (lo de civil se refiere no tanto a los que prestan el servicio, inexorablemente inclinados a la militarización, sino a los destinatarios de esa protección, la población civil); la idea, digo, de crear esos cuerpos especiales, es antiquísima. De hecho es una típica reacción de autodefensa de la propia sociedad civil para defenderse de los malos comportamientos de la misma sociedad civil (de los ciudadanos). De hecho, en el baile de denominaciones hubo un momento en que guardia civil fue un sinónimo de guardia urbana, denominación que apareció más tarde. No olvidemos a los serenos, uno de los ejemplos más bellos y románticos de lo que es una auténtica guardia civil en el sentido más literal de los términos: los mantenía directamente el vecindario, con “la voluntad” que pasaban a cobrar cada mes puerta a puerta. Fueron sustituidos con la ampliación de la guardia urbana. Las porteras fueron otra institución de vigilancia, más limitada, cuya desaparición hizo crecer los cuerpos de vigilancia civil (guardias urbanas, guardia civil, policías autonómicas y policía nacional). He ahí pues cómo el de guardia civil fue un nombre y sobre todo un concepto genérico, que por fin vino a ser el de una institución concreta. 

El “instituto armado” que hoy se llama Guardia Civil, señala como inicio de su historia la fundación de la Santa Hermandad de Toledo, allá por el siglo XIII para limpiar de malhechores los Montes de Toledo. Los reyes, enfrascados en las guerras de la reconquista, dejaron la seguridad interna en manos de estas hermandades, a las que protegieron y dotaron de privilegios. Tras la de Toledo se fundaron la de Talavera y la de Villa Real (Ciudad Real). En 1496 los Reyes Católicos crearon sobre éstas la Nueva hermandad para toda España, sin menoscabo de las fuerzas locales de defensa civil. En Cataluña fue el somatén el que cumplió esta misión en la mayoría de poblaciones, al toque de rebato de las campanas. La ciudad de Valls instituyó con el mismo objetivo los mozos de escuadra. En Cataluña nacieron también los miqueletes, una especie de guerrilleros formados a partir de los fusileros de montaña, que fueron copiados por el ejército español y el francés. En Aragón fueron los guardas del general (órgano de gobierno) o del reino. En Valencia cuidaron de la seguridad los miñones, y así en cada región de España, según las necesidades: los escopeteros de Getares tuvieron que emplearse a fondo en Andalucía, al quedarles el paso franco a los piratas con la pérdida de Gibraltar. La guerra de la Independencia marca el final de la mayoría de estos grupos. Finalmente en 1844 se crea la Guardia Civil, que gracias al acierto de su primer director general, el duque de Ahumada, se consolidó como primera fuerza de defensa civil para todo el territorio español. 

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