RELATOS CORTOS

José María Antoranz del Hoyo,

Finalista en el

9º CERTAMEN DE RALATOS CORTOS

"ATENEO CULTURAL".

UN  DÍA  CUALQUIERA 

        Suena el despertador. Alargo el brazo para apagarlo. No llego. Suena más fuerte. Palpo, no lo encuentro. Tiro un marco, el reloj de pulsera y el teléfono. Suena más fuerte. Leñe, ¿dónde estás?. Sigo palpando. Sigue sonando. ¡ Por fin!. De mala leche lo lanzo, da en el armario, rebota, me da en la cara. Deja de sonar, no me estraña. No esta mal, no me he levantado y me he gastado 3.000 pesetas. Después de la ducha y vestirme, me preparo un café. ¡Que bien huele!. Taza, cucharilla, café, leche, azúcar. ¡NO HAY AZUCAR!. ¡Puag!. Cualquiera se lo toma. Lástima de café.

        Salgo de casa. Aligero el paso, aunque tengo tiempo siempre sucede algo para llegar por los pelos. Efectivamente. ¡Diooss! Cuanta gente hay en el metro para sacar billete. Claro es primero de mes. Ahora no me sobra tiempo, me falta. Llega al tren. Se pasa. Por fin se abren las puertas. Sale gente. Me estoy acercando a la puerta. Estoy en la puerta. Estoy dentro. Más dentro. Más dentro. Más dentro. Cengo la fara fegada en la fotra fuerta.

        Llego a mi estación. No me lo creo. Estoy en la oficina. Me tomo una pastilla para el mareo. Siempre soy el primero en llegar a la mesa de trabajo. Estoy en recepción. Van llegando los compañeros, saludan y correspondo:

-        Buenos días – Hola, buenos días.

                 -        Buenos días – Hola, buenos días.

                 -        Buenos días – Hola, buenos días.

                 -        Buenos días – Buenos días.

                 -        Buenos días – Buenos días.

                 -        Buenos días – Hola.

                 -        Buenos días – (Con la mano)

        Enciendo el ordenador y me pongo a “currar”. Pasado hora y media llega el correo. 1 saco. Más correo. Otro saco. Las cartas certificadas, 4. Se pagan 180 ptas. en sellos. Llega un señor, lo deduzco por la voz, ya que no le veo. Me saluda efusivamente estrechándome la mano. Es de Jazztel. Me devuelve el brazo. Después de una charla de 10 minutos, me deja su tarjeta, dos folletos y dice que volverá. ¿Amenaza?. Aparece un señor de Airtel, dos de Movistar, uno de The Phone House y otro de Amena. (¿Hagan juego señores?. ¿Alguien da mas? ).

        Después de atenderles, dando gracias a Dios nuestro señor, me dirijo a la maquina de café. Son 50 pesetas. Introduzco dos monedas. No sale el café. Se ha estropeado. Vaya. Pulso “Recuperar monedas”. Solo cae 1. Vaya, Vaya. Llamo al servicio técnico. Vendrán enseguida. Vaya, vaya, mega vaya.

        Suena el teléfono. Descuelgo. Me piden hora para el callista. Lo lamento señora, se ha confundido. ¿Es el número de teléfono 91 7541288. ¿. Si señora, pero como la dije la semana pasada, el callista ya no tiene este número.?¡Pues vaya, adiós!. Adiós, amable señora.  

        El teléfono no deja de sonar. Llamadas para el jefe. Otras queriendo saber teléfonos de otros departamentos. Alguna solicitando información. Una llamada equivocada de un psiquiatra. Aprovecho la ocasión para pedirle precio por persona y grupo.

        Después de “aporrear” un rato las teclas del ordenador, llaman a la puerta. TOC-TOC. Pase. TOC-TOC. PASE. TOC-TOC. PASEEEEEEEEE. La puerta se abre lentamente. Mi corazón aumenta sus pulsaciones. Se abre del todo y se ve una figura extraña, oscura, negra. Su cabeza es enorme, como una pelota de Nivea. Sus músculos pronunciados. ¡Dios, es un extraterrestre!. Me quiere abducir. Avanza. Más pulsaciones. Esta delante de mí. Alarga los brazos.

-   ¡Buenas!. Vengo de Seur y traigo un sobre.

-   ¿Qué?

-   Traigo un sobre.

-   ¡Ah! (Que susto)

El “extraterrestre” se va. De los nervios me aflojo la corbata. Necesito un café. Miro el reloj. 13:45. Casi mejor una cerveza. Es la hora de comer. Cojo la chaqueta y me voy a casa.

Llego a casa y al abrir la puerta un olor invade mi estomago. ¡Cocido!, ¡Que rico!. Saludo a la familia. Me siento en la mesa. ¡La sopa!. Un cazo, dos. Alto, más no. Lo que viene después esta bueno. Termino. ¡Garbanzos!. Un cazo, dos. Alto, más no. Lo que viene después está bueno. Termino. ¡Carne, tocino, chorizo, morcilla!. Alto, más no. Lo que viene después es superior. ¡Sofaaaaa!. Intento ver la televisión. No lo consigo. Cada vez me siento más cómodo. Más. Más. Más. Me despierto y me levanto del suelo. Creo que es la hora de volver a la oficina.

 Voy justo de tiempo. Corro. Me sujeto el estomago, ya que sube y baja como un yo-yo. Llego al metro. Bajo las escaleras mecánicas deprisa. ¡Que vooooy!. Se apartan un señor mayor, dos chicas, un vigilante jurado y un niño. Bajando la segunda tanda de escaleras mecánicas, empujo sin querer a dos chicos jóvenes, más calvos que una bola de billar, con chupas de cuero. Les miro. Me miran. Corro. Corren. Corro más. El tren está parado en el anden, con las puertas abiertas. Salto. Vuelo. Entro. Se cierran las puertas. La gente mira. Aplauden y hacen la ola.

Llego a la oficina, de milagro. Enciendo el ordenador. Me relajo y me lío con los papeles. Llaman a la puerta y entra un señor, enseñándome los dientes. Seguro que vende pasta dentífrica.

-   ¡Buenas tardes, caballero -dice él!

-     ¡Buenas tardes! (Uuuuuuuh)

Transcurridos 15 minutos  de  amena charla,  deposita en el mostrador un catálogo de plantas (si, sí, de plantas) de oficina y hogar, rogándome, por favor, sea distribuido por la oficina.

Al mismo tiempo que se marcha entra otro señor (que pasa, se turnan) Habla de lo mal que esta la vida y aparte de dejarme su curriculum, se dedica a la venta de camisetas con los personajes de la Warner. Adquiero 2, Piolin y el Diablo de Tasmania. Me da las gracias y un abrazo.

Llevo varias horas concentrado en el ordenador. Noto algo en los ojos. Voy a mirarme en un espejo. Miro. Doy un brinco. Son los derrames de los ojos. Parezco Freddy Cruger. El montón de papeles que tenia ha desaparecido. Miro el reloj. El día laboral esta llegando a su fin. Levanto la cabeza al techo y doy gracias.

No ha estado mal de visitas, aparte de las mencionadas: comerciales de almohadillas cervicales, suscripción de periódicos, máquinas de café para oficinas, Manos Unidas, Ande, Manos Mundi, venta de crucigramas, ambientadores.

 Recojo la mesa, apago el ordenador, me pongo la chaqueta. Estoy en la puerta para marcharme. Suena el teléfono. ¿Quién será?. Me piden hora para el callista. ¡Señor que cruz!. Repito a la señora que el señor callista ya no esta en este número de teléfono. Se despide con la misma alegría que esta mañana.

Me encuentro en el metro dirección a casa. La suerte me ha sonreído, hay un asiento libre. Veinte centímetros antes de llegar, se me adelanta un señor mayor que no sé de donde ha salido. Hace gestos como que le duele una pierna. Mis músculos de la boca intentan ir hacia arriba para sonreír. Solo sube un lado.

 He llegado a casa. Saludo a la familia. Creo que  me acostaré pronto. Se comenta el día de hoy. Cenamos. Una vez recogido los cacharros nos sentamos en el sofá. Se ve un rato la televisión. La cabeza me pesa y mi barbilla toca el pecho. Rebota. No aguanto más. Me voy a dormir.

Suena el despertador........... 

Irama Soej