FAUSTINO Y SU "BOLSA
DEL TESORO"
Juan Antonio Vallejo Nágera, en su libro "Concierto para Instrumentos
Desafinados", nos cuenta el relato de Faustino, un esquzofrénico
profundo en el hospital que dirigía:
Faustino
tenía, al igual que otros enfermos profundos, su "bolsa del tesoro" -
una bolsa que contenía todas sus pertenencias que él llevaba a todas
partes. A diferencia de la bolsa del tesoro de otros enfermos,
compuesta por toda clase de cachivaches, cartas, restos de comida, la
bolsa de Faustino contenía exclusivamente un mango de paraguas y una
foto con un marco. Nadie estaba seguro de donde había sacado ni uno ni
otra, y cuando le preguntaban por la foto el contestaba lacónicamente
"madre". No estaba claro si el retrato realmente era una fotografía de
su madre o era simplemente la foto que venía incorporada al marco,
pero lo cierto es que Faustino la identificaba plenamente como su
madre.
La rutina de Faustino era todos los días la misma: se marchaba al
jardín del hospital, se sentaba cerca de un árbol en el límite entre
el sol y la sombra y extraía de su bolsa el retrato. Lo miraba
pausadamente, con cariño, lo besaba y posteriormente lo depositaba con
sumo cuidado de nuevo en la bolsa. A continuación, sacaba el manco de
paraguas y lo contemplaba a la luz del sol. Le daba vueltas y lo
observaba desde todas las direcciones posibles, embelesado. La rutina
continuaba hasta que llegaba la hora de comer. En cierto modo,
Faustino era plentamente feliz pues estaba totalmente entregado a
estos dos objetos y amaba con todo su ser lo que poseía, y no
necesitaba nada mas. Era una relación especial : Faustino y su
manguito de paraguas, el manguito de paraguas y Faustino, y siempre la
foto de la madre
En esa época llegó al hospital un niño de 15 años, Luisito, retrasado
mental. Su ingreso vino ordenado por "la superioridad", pese a que no
es un hospital preparado para recibir subnormales. Su madre está
gravemente enferma y ya no se puede hacer cargo de él. A Luisito se le
ingresa en la unidad de profundos, probablemente la más segura para él
de todo el hospital. Sin embargo, no puede dejar de llorar recordando
a su madre.
Faustino, pese a sus limitaciones, es una persona que no puede
soportar el sufrimiento de otro y se acerca a él, tratando de
consolarle, pero Luisito sigue llorando. Tras unos momentos de
vacilación, Faustino abre su bolsa del tesoro y le enseña su mango del
paraguas y ambos se quedan contemplando sus destellos de ámbar a la
luz del sol. Al final, Luisito intenta coger el manguito pero Faustino
rápidamente lo esconde : todo tiene su límite
Con el tiempo, llegan a convertirse en grandes amigos, quedandose
todas las tardes a contemplar el manguito de paraguas a la luz del
crepúsculo.
Pasado un tiempo, sin embargo, Luisito comienza a aburrirse y la
relación se enfría. Parece que se han olvidado
Entonces, un día, los parientes acuden al hospital a tropel a ver a
Luisito. Su madre ha muerto. Tras la partida de su familia, Luisito se
queda de nuevo sólo en el pabellón de profundos, llorando
desconsoladamente. Una de las monjas trata de consolarlo
Faustino se acerca lentamente y pregunta qué ocurre.
"Ha perdido a su madre", contesta la monja
"El esquzofrénico queda perplejo. Acaricia a Luisito. Luego silencio.
Al fin, un arranque aparentemente trivial, de los que pasan
inadvertidos en la tierra, pero que retumban en las bóvedas del cielo
como el tronar de mil cañones : Faustino regala a Luisito el mango del
paraguas. El niño lo acepta y sigue llorando. Entonces, Faustino, con
un gesto dolorido como quien separa los bordes de una herida, abre
lentamente, muy lentamente, la bolsa y le entrega el retrato de su
madre".