VALENTÍN
Del latín valens,
fuerte, vigoroso, derivó el nombre Valente, hoy en desuso, y de ahí
su gentilicio Valentinus, es decir, de Valente, y luego el
definitivo Valentín. La forma femenina es Valentina. Plus potest
qui plus valet, puede más el que es más fuerte es una buena
divisa para los Valentines y Valentinas.
San Valentín
fue un sacerdote romano (según algunos hagiógrafos fue obispo)
martirizado el 14 de febrero del año 270. Tras su detención, se le
azotó y luego se le decapitó. Se le acusó de haber casado en
secreto a decenas de parejas, desobedeciendo así las órdenes del
emperador Claudio II, que le había prohibido celebrar estas
ceremonias porque disuadían a los jóvenes del Imperio romano de
dedicar su vida al servicio de la milicia en el ejército.
La fiesta de San
Valentín, Día de los Enamorados, es la cristianización de las
fiestas de la fertilidad, tan antiguas como la humanidad. El
cristianismo tomó el testigo de las Lupercales, celebradas por los
romanos ya en el siglo IV antes de Cristo: el 15 de febrero, ante la
cueva consagrada al dios Luperco, los sacerdotes inmolaban corderos
y perros, los desollaban y cubiertos con sus pieles, y blandiendo látigos
de cuero, emprendían la persecución de la multitud que había
asistido al sacrificio, azotando a distro y siniestro, en particular
a las mujeres para atraer sobre ellas la fecundidad. Estas fiestas
fueron condenadas definitivamente por el papa Gelasio I el 494, lo
que dio lugar a su transformación en fiesta cristiana, desplazada
al 14 de febrero, fiesta de San Valentín. Los anglosajones volcaron
en esta fiesta las ancestrales costumbres de los primitivos
pobladores de Inglaterra y de Escocia, que celebraban la fiesta de
la fertilidad, como antesala de la primavera; en ella los jóvenes
de cada tribu elegían pareja por sorteo. Misson, escritor francés
del siglo XVII, describe así la fiesta de San Valentín en
Inglaterra: "La vigilia del 14 de febrero, día de San Valentín,
época en que toda la naturaleza viviente tiende al desarrollo, los
jóvenes en Inglaterra y en Escocia, en virtud de una antiquísima
costumbre, celebran una fiesta que tiende al objeto dicho: muchachos
y muchachas escriben cada uno su nombre en billetes separados, los
arrollan y luego los sortean, tomando las muchachas los billetes de
los muchachos y viceversa, de modo que cada uno de éstos encuentra
una joven, a la que llama su Valentina, y cada moza un muchacho al
que llama su Valentín. De este modo cada uno tiene un doble Valentín
y una doble Valentina. Pero el Valentín se dedica más intensamente
a la Valentina que le ha tocado en suerte que a la Valentina a la
que él ha tocado en suerte. Asociados los concurrentes en diversas
parejas, los Valentinos dan bailes y presentes, llevan durante
algunos días sobre el corazón o en la manga los billetes de sus
Valentinas y a menudo el amor se cuela sin darse cuenta. Esta
pintoresca ceremonia se practica diversamente en las varias
provincias y según la mayor o menor formalidad de las Valentinas.
También se acostumbra tomar por Valentín o Valentina al primer
mozo o a la primera moza, respectivamente, que se encuentra en la
calle o en otro sitio en dicho día."
Los nombres de
Valentín y Valentina tienen gran predicamento en nuestra cultura,
por estar íntimamente asociados a la celebración y exaltación del
amor y a las bellas tradiciones que la acompañan. ¡Felicidades!