SEXO
SIN VIDA
No importa desde qu�
aspecto nos miremos el sexo: si no es omnipotente, bien poco le
falta. El sexo es el motor de la vida: ha sido dise�ado por la
naturaleza para hacer vida; y puesto que hacer vida es el principal
quehacer de toda la naturaleza, el sexo ocupa una parte sustancial
de la naturaleza y de la vida de cada individuo. Es decir que el
hecho de que el sexo tenga un peso espec�fico tan considerable en
la vida de cada viviente, se debe a que en el conjunto de la
naturaleza, la producci�n de vida tiene un gran peso espec�fico.
Es un an�lisis bastante coherente. En la econom�a de la vida se
gratifican las conductas tanto m�s espl�ndidamente cuanto m�s
necesarias son para la supervivencia. Por eso es razonable que a
falta de otros par�metros, midamos la importancia que tiene el sexo
para la vida por el premio que en �l pone la naturaleza. Desde esa
perspectiva es forzoso admitir que �ste es su obra m�s importante,
puesto que es la actividad que m�s generosamente gratifica. En
clave evolucionista habr�a que decir que han acabado adue��ndose
de cada especie los individuos en los que el sexo ha sido m�s
fuerte. Suena obvio, y en las especies libres as� se ve; es
especialmente espectacular la escenificaci�n de esta selecci�n
sexual (�del macho!) en los c�rvidos de enorme cornamenta. El caso
es que el sexo ocupa un lugar muy considerable en la vida y en los
afanes y en las satisfacciones de todos los animales. Me refiero al
acto inicial del sexo, que para las hembras es s�lo inicial, y para
los machos inicial y final. Esta enorme diferencia hace que el inter�s
del macho por el sexo sea tan puntual como lo es su actividad
sexual, que viene a ser como un drama en un solo acto, siempre el
mismo. En cambio en la hembra la copulaci�n est� dise�ada para
ser el primer acto del drama sexual, mucho m�s difuso en el propio
cuerpo y en el tiempo. Es� claro que los comportamientos
estimulados por el apetito y el ejercicio sexual no se limitan a la
copulaci�n, sino que van mucho m�s all�, especialmente en la
mujer, cuya actividad sexual est� dise�ada para ir mucho m�s all�,
es decir hacia la vida, con lo que queda afectada en ellos mucha m�s
anatom�a, mucha m�s fisiolog�a y mucha m�s psicolog�a que en el
hombre. Y parece tambi�n bastante evidente que en la medida en que
se siga desligando el sexo de la vida, se ir� hacia una nivelaci�n
sexual de la mujer con el hombre, que es de lo que se trata, de
llegar tambi�n para la mujer al drama siempre repetido de un solo
acto, sin ulteriores necesidades ni sentimentales ni de ning�n otro
g�nero, que tienen su ra�z en el ulterior desarrollo de su
naturaleza sexual en los episodios subsiguientes. En lo que estamos
es en la rehabilitaci�n del dise�o sexual para unas funciones m�s
reducidas, descartando de �l la vida. Al fin y al cabo no ser�a el
primer milagro de reutilizaci�n de miembros y sistemas: nuestros
antepasados de millones de a�os atr�s, usaban las manos para
andar, y hay que ver el vuelco que les hemos dado. Esta reconversi�n
nos llev� a un redise�o de las mand�bulas e incluso del cerebro.
Y aqu� estamos, con un cambio de gran �xito. Pero no es nada
probable que la humanidad entera vaya hacia la desvinculaci�n del
sexo y de la vida. Ese camino se ha recorrido ya otras veces,
siempre en sociedades opulentas. Mientras unos hombres sigan siendo
la mayor riqueza de otros hombres, continuar� siendo reproductivo
el sexo. Tanto m�s reproductivo, cuanto menor sea su valor de
explotaci�n.