RESULTADO
He ahí una interesante palabra: viene del latín resulto,
resultare, resultavi, resultatum, compuesto del prefijo re,
que expresa la repetición, la acción de volver hacia atrás; y el verbo
salto, saltare, saltavi saltatum (al añadirle el prefijo, se
debilita la vocal contigua), cuyo significado nos es patente. Es la
forma frecuentativa de salio, salire, sálui, saltum, que
significa saltar. El compuesto nos da en síntesis el significado de
rebotar, que está agazapado bajo el significado de nuestro verbo
resultar. Obsérvese que se ha formado a partir del supino, y que en
este verbo están emparentados nuestros verbos salir y saltar. Recordemos
de paso que a la salida (que en este caso llevaría como refuerzo
el prefijo re, le hemos dado el nombre culto de éxito
–ex + ire-).
El diccionario nos da para el verbo resultar, los significados
de derivarse o producirse algo como consecuencia de una causa;
llegar a ser algo como consecuencia de un tender, ir o
evolucionar hacia ello; ocurrir, suceder, producirse algo, como
consecuencia de unos antecedentes que llevan a ello. En el adjetivo
sustantivado resultado, acaba de perfilarse el significado de
este lexema: el diccionario lo define como lo que resulta, la
consecuencia o el efecto de un hecho, de una operación matemática, etc.
En contabilidad se llama cuenta de resultados a
aquella en que se registran los beneficios netos.
El carácter distintivo del concepto de resultado, es que
establece una relación de causa-efecto, de manera que éste
se deriva necesariamente de aquella. Es la idea del rebote que
lleva el verbo en latín: el que lanza la pelota con fuerza en dirección
sur contra una pared, es el causante de que esa pelota vaya con fuerza
en dirección norte al rebotar. Quien pone la causa, pone también el
efecto que de ella se deriva. Por eso cuando organizamos nuestra
actividad, cuando la ponemos al servicio de alguien, nos planteamos unos
objetivos; nos proponemos unos resultados, que en definitiva son
la razón de ser de esa actividad.
Por eso, cuando no obtenemos de nuestra actividad el resultado
que nos habíamos propuesto, no nos queda más que reconocer nuestro
fracaso; en el caso de la escuela, nos guste o no, los fracasados
son el estado (que es quien marca los objetivos a alcanzar), la escuela
y los profesores que se implican en esos objetivos; no el alumno, que ni
es responsable de los objetivos, ni los asume como propios.
No sólo eso, sino que siendo entre todos, desde el estado hasta el
maestro quienes ponen la causa, o simplemente la cosa (llámese estancia
en la escuela, enseñanza, formación o virtuosismo pedagógico), son entre
todos responsables del resultado, porque es de todo eso, de lo
que se hace o se deja de hacer en la escuela, de donde se deriva el
estado final en que quedan los alumnos. Y no se trata de que no se
alcancen los resultados esperados (eso es un eufemismo doloso);
es que inducimos unos pésimos resultados. Porque el estado de la
escuela y el de los alumnos no es ajeno al conjunto de sus responsables,
desde el estado al profesor, sino resultado directo de su
actuación.
Mariano Arnal