Es la necesidad de comer lo que mueve el mundo. Los criadores de animales para carne
saben muy bien que quilos de pienso son quilos de carne y días de vida, dividida en no
importa cuántos individuos. Saben que al final la unidad de vida es el pienso. Los
pueblos consumidores de productos adelgazantes hemos perdido la perspectiva, y no sabemos
ya qué es eso de estar instalados en el hambre.
Digo esto porque tengo la fijación de que si escribiésemos cibilización así,
con b, nos acercaríamos un poco más a la verdad de las cosas. Los diccionarios no
me franquean el paso de cibus (comida) a civis (ciudadano), y
sin embargo creo que son parientes muy próximos, tanto como primos hermanos. La única
palabra que me sirve de puentecillo pintoresco, muy poco sólido, es cibilla,
que significa mesa para comer. Con o sin puente, intentaré explicar lo razonable que
sería que ciudad y comida fueran parientes, de manera que finalmente civilización sería
el conjunto de recursos que pone en marcha cada pueblo para poder comer.
Por empezar el latín distingue claramente civitas (de la que hemos
derivado ciudad) de urbs (de la que derivamos urbe, urbanidad, urbanismo). Urbs
es lo que llamamos ciudad, es decir las calles, las plazas y todos los edificios y
demás construcciones que la forman. Y civitas es un nombre que hemos perdido. Lo
más parecido es ciudadanía. Con la palabra civitas designaban los romanos al
conjunto de ciudadanos que constituían la ciudad. Es decir que la civitas, la
ciudad eran los ciudadanos. Los mismos romanos explican que urbs viene de orbis
por la forma más o menos redonda de las murallas. Pero de civitas no dicen nada.
Con las civitates pasa lo mismo que con las nationes: todos
los pueblos en sus orígenes han sido migradores. Por ese motivo ni los territorios ni los
poblados o ciudades tenían entidad suficiente como para tener un nombre. Existían los
Celtas, pero nunca se ha podido definir "Celtia"; existieron los Galos, pero la
Galia no tenía fronteras. Existieron los Iberos, pero Iberia fue un territorio inventado.
Ni siquiera sabemos si el Iber fue el Ebro o el Guadalquivir. En resumen, las primeras civitates
(en el supuesto de que civis fuese pariente de cibus) serían al mismo
tiempo el conjunto de comensales y el comedero (lugar o momento) en que éstos se
reunían. Olvidamos demasiado fácilmente que el epicentro de una ciudad era el templo, y
que éste era el lugar en que la comida de toda la comunidad revestía la santidad y la
solemnidad que le correspondía. No olvidemos que los templos eran los lugares en que se
comía, si se trataba de grandes solemnidades, o se iba a recoger la comida para
llevársela a casa. Pensemos que la comunión de todo el pueblo que imponía el
templo no era sólo de carácter religioso, sino también eminentemente práctica. La
carne que se mataba había que consumirla máximo en dos días. No existían ni las
carnicerías ni los individuos o los grupúsculos e individuos tal como ahora existen.
Hubiese sido imposible el ganado vacuno si no hubiese habido fórmulas comunitarias de
consumo. El comer era algo sagrado y se tenía que hacer bajo un severísimo régimen
religioso-colectivo.