SARCÓFAGO
Es una palabra griega con la que se designa al que se alimenta de carne; sarkoV (sarkós) significa carne, y jagw (fágo) significa "yo como";
y en efecto, llamaban así los griegos a las personas o animales que se alimentan de
carne, es decir a los carnívoros (en efecto, sarcofágos y carnívoro son
equivalentes elemento por elemento). El hecho de que se denominase "sarcófagos"
a los ataúdes de piedra, me pareció siempre un tanto truculento. Costaba creer la
explicación que arranca en Eratóstenes (270 a. J.C.) y recoge Plinio el Viejo,
según la cual este nombre se debía a que al principio los sarcófagos se construyeron
con una piedra calcárea extremadamente porosa procedente de las canteras de Assos, en la
Tróade, que consumía en poco tiempo los cadáveres que se encerraban en ataúdes hechos
de esta piedra. Como intento de explicación no está mal, pero no es convincente. Más
bien hay que considerar que este extraño nombre para el ataúd de piedra es una huella de
la transición de la antropofagia (una de cuyas formas fue la necrofagia), a los
enterramientos.
Durante una larguísima etapa de nuestra evolución (y es razonable pensar que fue la
fundacional de la especie homo), la carne humana era para ser comida por humanos. Y
por si no fuera suficiente, era considerada el manjar más exquisito y por consiguiente el
más distinguido; de manera que cuando fueron apareciendo otros alimentos capaces de
sustituirla (el pan entre ellos), fue quedando la carne humana como alimento sólo para
grandes celebraciones, luego sólo para los grandes dignatarios y finalmente sólo para
los dioses. Mientras seguía teniendo la carne humana la condición de alimento, alguien
se la tenía que comer. De ahí que es posible que los primeros enterramientos debieron
continuar siendo ritos antropofágicos en los que eran los dioses de las profundidades de
la tierra los destinatarios del más exquisito de los alimentos. Y sería razonable pensar
que el nombre de sarcófago, antropofágico total, formase parte de ritos
antropofágicos. Esta interpretación concuerda con los mitos y con creencias populares
muy antiguas según las cuales ciertas divinidades infernales (de lo más infra de
la tierra) se nutrían de los cadáveres que se les ofrecían depositándolos tierra
adentro. Y así tenemos en la mitología griega a Hécate, especie de Madre universal, de
la que se dice que "tiene su comida en las tumbas" a la que se aplica por ello
el apelativo de sarcofágica. Este apelativo debió pasar luego como sustantivo a
la propia sepultura. Teniendo en cuenta que antes de los sarcófagos se hacían los
enterramientos directamente en la tierra, no es descabellado pensar que apareciesen éstos
como un elemento ritual, el primero de los que constituirían la totalidad del complejo
mundo de los muertos.
Miremos por donde miremos, todo nos habla de nuestra antigua antropofagia. Pero al ser
ésta uno de los pocos tabús que siguen en pie, se prefiere considerarla una desviación
que afecta a algunas ramas torcidas y no como la raíz que sostiene bien robusto el tronco
y bien frondosas las ramas del árbol de la humanidad.
Mariano Arnal
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