PASTORAL
La Iglesia tiene una especial predilección por el término y oficio de pastor.
Entre los protestantes éste es el nombre genérico de todos los clérigos. En la Iglesia
católica el de pastores no es en ningún caso nombre, sino sobrenombre que se atribuye
más bien al episcopado. Visita pastoral es la que hace el obispo a las parroquias
de su diócesis. Carta pastoral es la que escribe el obispo con contenido pastoral,
dirigida a todos los cristianos de su jurisdicción. Y se denomina pastoral como
sustantivo al conjunto de actuaciones de la Iglesia sobre los fieles, que abarcan todas
sus áreas de actuación, con especial incidencia en la doctrinal.
Contemplado desde la perspectiva de la estética del lenguaje, y asumiendo que el
nombre procede de la Parábola del Buen Pastor, está claro que mejora mucho
el de obispo, que al fin y al cabo no significa nada más y nada menos que
"inspector": epi-skopoV (epí
- scopos) es el que mira desde arriba, el que inspecciona. Pero si pasamos del valor
simbólico al valor real, es decir si analizamos por qué ha caído tan bien este reparto
de papeles pastor / rebaño, llegaremos a ocultos recovecos del alma humana. Una vez más,
como si las palabras tuvieran vida propia y dijeran por su cuenta y riesgo lo que los
hablantes no nos atrevemos a decir claramente, la parábola se hace palabra,
ofreciéndonos el nombre oculto que encierra en sí el corazón de la realidad.
El cristianismo no vino a cambiar la condición humana, sino a sublimarla. Asumió
totalmente la esclavitud, pero la sublimó poniendo a Dios como amo y Señor del amo y del
esclavo, de manera que gracias a la penetración de estas doctrinas, sin haber abjurado
los dominadores de su empeño por seguir siendo nuestros dueños, y sin haber conseguido
los dominados sacudirnos el yugo de la esclavitud, un yugo que hoy tiene la forma
deslumbrante del trabajo por el trabajo, del dinero por el dinero, y del consumo por el
consumo, somos una nueva casta de esclavos que tiene ocupada la vida en producir y
consumir estúpidamente en provecho del sistema de dominación. Dorada y brillante
esclavitud, amada hoy por sí misma cuando Cristo tuvo que predicarnos que la amásemos
por amor a él. Los esclavos nos hemos salvado en la esclavitud: por eso la amamos y la
veneramos. Cristo nos enseñó a amar la Cruz a cambio del cielo. Hemos trocado la cruz
por el trabajo, y lo amamos, olvidados del amor a la libertad, a cambio de sus brillantes
oropeles. Y tras la parábola del Buen Pastor hemos asumido nuestra condición
ancestral de rebaño humano. Puesto que no nos podemos librar de nuestra condición de
reses destinadas al consumo de los dueños del rebaño y de los demás miembros del mismo,
aceptamos encantados nuestro papel: un papel tan sumamente mejorado, que ya ni nos damos
cuenta de que estamos siendo sacrificados día a día (no ya como antiguamente de un
tajo). Redimimos cada día nuestra carne y nuestra sangre, redimimos nuestra vida con el
trabajo del que viven nuestros amos y nos dan de vivir a nosotros y a las otras reses de
su rebaño. Y para que se nos hiciese amable esta condición, nuestros pastores nos
ofrecen su cara más anable.
Mariano Arnal
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