LA CASTAÑADA Hemos de recordar a
lo largo del calendario (ésta es la primera gran calenda del año litúrgico)
que la religión está íntimamente ligada a los modos y ritos de
alimentación: no en vano el eje de toda religión son los sacrificios,
no otra cosa que participar toda la comunidad (los sacrificios festivos
siempre son de comunión) con la divinidad. En la castañada de Todos
los Santos tenemos por tanto un rito más en que se manifiesta la
costumbre de comer en comunidad de vivos, pero también en comunión con
los difuntos y en lo más alto de la escala de los que se fueron, con
los dioses. Tenemos bien
documentada en los sermones de San Agustín la costumbre romana de
celebrar una vez al año una gran fiesta en los cementerios, que consistía
básicamente en organizar toda la familia un banquete por todo lo alto
sobre la tumba de los difuntos. El espíritu de esta celebración era
compartir los placeres de la vida, especialmente el comer, el beber y el
bailar, con los que se fueron. Creían en efecto los romanos que si no
lo hacían, no descansarían en paz sus difuntos y la pagarían con
ellos. Precisamente la
primera palabra de nuestro oficio de difuntos es Réquiem
(descanso): con ella nombramos cada una de las composiciones musicales
de este género. Y las últimas palabras de este rito son Requiescat
In Pace (R.I.P. =Descanse En Paz, que suele ponerse en las lápidas
y en los recordatorios). Es que privar a los difuntos de sus “honras fúnebres”,
llamadas también “pompas fúnebres” por ser la celebración más
pomposa de las que celebraba una familia; privar, digo, a un difunto de
sus ritos funerarios era negarle el descanso a su espíritu, que quedaba
vagando por el mundo de los mortales. Esa era una de las siete obras de
misericordia: enterrar a los muertos (es decir celebrar correctamente el
culto del enterramiento). Es la última obra de misericordia que se podía
ejercer en favor de alguien. Por eso se fundaron cofradías cuya misión
era enterrar a los muertos, ya fueran éstos apestados o ajusticiados.
Se trataba de dar paz a sus espíritus. Estas cofradías eran las
grandes protagonistas de la fiesta de Todos los Santos y los Difuntos, y
tenían un papel importante también en las procesiones penitenciales de
Semana Santa. En muchos pueblos la celebración de Todos los Santos se caracteriza por comidas colectivas en que destacan determinadas especialidades como las castañas, los boniatos, los huesitos, los “panellets” y otras especialidades de repostería que nos recuerdan a los difuntos. Forma parte de muchas tradiciones que en la comida de este día se pusiese plato al difunto más reciente y que luego se convidase con esos manjares al primer pobre que se presentase. En la misma línea estaba la recogida de alimentos que hacían este día las instituciones de caridad, reclamando para sus pobres la parte que la familia destinaba al difunto. Era tradición también en muchos lugares dejar esta noche las puertas abiertas y tener la casa bien arreglada, sin tropiezos y con comida en la cocina para que los difuntos pudieran pasearse a sus anchas y disfrutar de nuevo de su casa. Junto a las exquisiteces para los espíritus no podían faltar los mejores vinos. |