MOLÉCULA
Fue allá por el siglo XVIII cuando, definitivamente superada la
alquimia, se dio un nuevo impulso al estudio de la estructura de la materia, y se retomó
la teoría atómica de Demócrito y Leucipo. Cuanto más eficazmente se investigaba, más
evidente se hacía que la materia tenía que estar formada por partículas ínfimas
indivisibles. Pero pronto se tuvo que recurrir a la distinción entre cuerpo simple o
elemento, y cuerpo compuesto. La materia era un sistema perfecto de construcción, que
partiendo de la estructura más sencilla (el átomo, que resultó no serlo tanto), iba
presentando estructuras cada vez más complejas. El paso siguiente al átomo tenía que
ser la molécula. Algo tan simple como un montón diminuto de átomos. Era
imprescindible para explicar los cuerpos compuestos. Se creó el concepto a partir de la
palabra latina moles, que significa volumen, peso o masa grande. En
español, conservando ese valor, llamamos mole a cualquier cosa de gran volumen. En
la misma familia tenemos demoler, y algo más lejos molestia, molino, molicie, muelle
Al formar el diminutivo en latín, molécula, se combinó en la misma palabra el
concepto de voluminoso y su contrario, el de pequeño. Tal como la palabra átomo pretende
dar la idea de la máxima simplificación, con la palabra molécula se pretende dar
la idea de composición o complejidad (de mole formada por una acumulación de distintos
elementos). Y como ocurrió con el átomo, fue una palabra creada para explicar algo que
se intuía, pero que no se veía. Por eso, sin cambiar la palabra, fue perfilándose la
visión que se tenía de su significado. La de las moléculas fue una teoría (una
visión) como la del átomo, que tal como fue avanzando la ciencia, se fue confirmando
como un prodigio de clarividencia.
El físico italiano Avogadro (1776-1856) fue quien fijó el
concepto de molécula en el valor que tiene actualmente. Estableció que los
cuerpos, incluidos los que están formados por un solo elemento, no son una acumulación
de átomos sueltos, sino de grupos de átomos, es decir de moléculas. Llegó a
esta conclusión estudiando el comportamiento de los gases, que es el estado en que la
materia es menos densa, y permite por tanto estudiar su estructura con mayor facilidad. La
primera sospecha surgió al comprobar que combinando gases para formar un nuevo compuesto,
los volúmenes de aquellos guardaban entre sí una relación sencilla. De ahí se dedujo
que los gases, en volúmenes iguales, debían tener el mismo número de moléculas o de
átomos. La conclusión de que eran las moléculas y no los átomos los que mantenían un
valor constante, cayó por su propio peso. No se trataba, pues, de átomos sueltos, sino
de moléculas sueltas. La teoría atómico-molecular de Dalton había dado un gran paso
adelante. A partir de ahí se fue cerrando el sistema: una molécula no es una mezcla,
sino una composición mucho más sólida, fija y estable: no puede descomponerse en
átomos por métodos físicos, sino por procedimientos químicos. Para desmontar una
molécula de agua, en la que los dos átomos de hidrógeno y el de oxígeno están unidos
químicamente, se necesita una reacción química. La teoría molecular siguió
confirmándose como acertada al ser capaz de explicar determinadas propiedades de los
cuerpos sólidos como la plasticidad, la rotura, la elasticidad y el agrietamiento. Luego
el microscopio acabó de hacer el resto.
Mariano Arnal
Copyrigth EL
ALMANAQUE todos los derechos reservados.