AMOR
ADULTO
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Libertad
y responsabilidad ¿Compañeros irreconciliables?
La libertad lleva
consigo algunos corolarios un tanto olvidados. Para empezar,
consideremos el dúo formado por la libertad y la
responsabilidad.
Para la mente actual, parecen contradictorios; y sin embargo,
están íntimamente unidos. No son dos realidades separadas,
sino dos aspectos de la mismísima realidad. Como una madre y su
bebé, no se encuentran nunca separados. Nadie puede decir: Me
gustaría ser madre, ¡pero sin hijos! Es una imposibilidad lógica.
Algo parecido ocurre aquí: no puede haber libertad sin
responsabilidad ni responsabilidad sin libertad. Viktor Frankl
remarcó una vez que la excelente que la excelente obra iniciada
con la Estatua de la Libertad en Nueva York debía ser
completada con la Estatua de la Responsabilidad en Los Ángeles.
Una acción libre equivale a una acción responsable. El mérito
o la culpa, fruto de nuestras acciones, recae directamente sobre
nuestros hombros. De modo semejante, no hay responsabilidad allí
donde no hay libertad. No se nos ocurre castigar un árbol
porque no se quitó del camino cuando nos fuimos a estrellar
contra él.
Reconocemos que el árbol no tiene ninguna responsabilidad,
porque no es libre. La responsabilidad presupone el poder para
hacer algo. Sólo podré ser responsable de una acción cuando
ésta sea verdaderamente mía.
Ser responsable significa responder, rendir cuenta de nuestras
acciones a alguien con quien estamos comprometidos, al menos
implícitamente (Dios, otras personas, nuestra propia
conciencia).
Responsabilidad significa también asumir las consecuencias de
nuestras acciones. |
A veces nos gustaría
poder separar los dos elementos: disfrutar los beneficios de la libertad
sin tener que cargar con las consecuencias de la responsabilidad. Esta
es una de las consecuencias de la responsabilidad. Esta es una de las
razones por las que mucha gente se rebela contra la autoridad, por la
que los adolescentes se quieren independizar de sus padres, por las que
algunos psicólogos inventan métodos para tratar de acallar la
persistente voz de la conciencia.
Sin embargo, el
divorcio entre la libertad y la responsabilidad destruye la libertad
misma. La libertad sin responsabilidad no es libertad sino licencia. El
que es libre es verdaderamente dueño de sus acciones; y el que es dueño
de sus acciones es verdaderamente responsable.
Libertad
y límite
A
pesar de nuestra grandeza, somos limitados. Desentrañamos
progresivamente los secretos de la naturaleza y aprendemos cómo
sacar provecho de las fuerzas del cosmos y, sin embargo, ¡cuánto
queda aún fuera de nuestro control!
La libertad humana no es infinita o absoluta. Tenemos que
trabajar juntamente con nuestra naturaleza. Esta limitación
fundamental de la existencia humana se manifiesta en cuatro
dimensiones:
Limitaciones lógicas: Hay ciertas cosas que no podemos hacer
simplemente porque no se pueden hacer. Esto no se debe a la
flaqueza del hombre, sino a la realidad misma de las cosas. No
puedes construir, diseñar, ni siquiera concebir, un círculo
cuadrado; es una imposibilidad lógica. Tampoco puedes componer
un soneto clásico en cinco líneas.
Estas limitaciones se dan, pues, en toda situación que es intrínsecamente
contradictoria.
Limitaciones físicas: Podemos hacer muchas cosas, pero siempre
dentro de las posibilidades de nuestra naturaleza. Ella no
consiente que tú y yo salgamos volando por la ventana sin
necesidad de instrumento alguno, ni tampoco que alcancemos una
edad de 529 años, o que aumentemos nuestra estatura unos 10
centímetros después de los 20 años. Las leyes físicas y biológicas
no dependen de nuestra voluntad, y nos señalan con claridad un
límite real.
Limitaciones intelectuales: Ninguna persona humana es
omnisciente. Por cada segmento de información que logramos
asimilar, hay una cantidad infinita de datos que se nos escapan.
Como dijo un filósofo: Cuanto más sé, más me doy cuenta de
lo poco que sé. Nuestro conocimiento de las cosas jamás es
completo.
Limitaciones morales: En sentido propio, esta limitación se
refiere a nuestra incapacidad para escoger siempre el bien, si
no es con la ayuda de una gracia sobrenatural. En un sentido
secundario, quiere decir que estamos sujetos a la ley moral, y
no por encima de ella. Somos libres para optar por el bien o por
el mal, pero no podemos dictaminar según nuestro capricho que
algo sea bueno o mal. Somos libres para robar, pero no podemos
convertir el robo en un acto de virtud por pura fuerza de
voluntad. |
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Seguirá
siendo un acto malo, sea que lo reconozcamos o no. El bien y el mal no
son invención del hombre. La moralidad corresponde al bien y al mal
objetivos. De nosotros depende solamente el adherirnos a uno o a otro.
La presencia de restricciones es una condición indispensable para el
ejercicio de la libertad. Soy libre para jugar béisbol en la medida en
que existen unos límites que constriñen mi libertad, es decir, unas
reglas que debo seguir. Si pudiera poner un número variable de
jugadores en el campo, por ejemplo, 34, en lugar de 9, se arruinaría el
juego; ya no sería libre para jugar béisbol. Sería, además, ridículo
ir cambiando las reglas a lo largo del partido.
La libertad sin restricciones es como un cuerpo sin esqueleto o como una
compañía que no acaba de decidir si su objetivo es hacer dinero o
perderlo. Todo carece de sentido cuando no hay una estructura, unos
objetivos claros o una dirección. La libertad necesita unos límites,
como todo río necesita sus riberas, o todo rifle su cañón.
Libertad y autocontrol
La libertad no consiste
en seguir ciegamente nuestros impulsos, sino en el autodominio. Podríamos
pensar que somos libres cuando en realidad seríamos esclavos de las
cosas: de nuestros apetitos, de nuestras pasiones, de la opinión pública,
de las modas, del qué dirán. San Pedro, cuando escribía a los
primeros cristianos, acusó la contradicción de algunos que proclamaban
ser libres porque se abandonaban a los deseos carnales: Ellos pueden
prometer libertad, pero no son más que esclavos de la corrupción;
porque si alguno se deja dominar por algo, se hace esclavo de ello (2 Pe
2, 19). La esclavitud de la carne es sólo un tipo de servilismo; la
esclavitud de la voluntad es todavía peor.
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Ser
libre es como estar en buena forma. Cualquier persona tiene
libertad para escalar el monte Everest, pero muchos son
incapaces de hacerlo porque están fuera de forma. No hay
ninguna restricción externa en este caso, pero hay una interna.
Como hemos dicho, la libertad es algo más que el simple deseo;
es la fuerza para realizar lo que deseamos. Si quiero dejar de
fumar, pero no puedo porque me falta fuerza de voluntad, no soy
libre. Mi voluntad está fuera de forma.
La libertad
humana es libertad de toda la persona, no de alguna de sus
partes. Para que un esposo posea la libertad de ser fiel, debe
poder controlar sus pasiones. Sin este autocontrol no hay
libertad. Imagínate el caso de un piloto de la Fórmula 1. Es
libre de manejar sólo si tiene un dominio completo sobre su vehículo.
Debe ser capaz de frenar, de acelerar, de girar en un momento
dado. Todas estas maniobras exigen un estricto control sobre el
volante, el acelerador, la caja de velocidades, el freno, etc.,
y son necesarias para conducir con libertad un Fórmula 1. |
Si voy a esquiar, afilo las orillas de mis esquís. Ya no serán libres
de ir hacia adelante y hacia atrás, pero yo lo seré para girar y para
detenerme. Controlar y dirigir las partes en una dirección es necesario
para que el todo sea libre.
No somos libres porque
no hay quien nos detenga sino porque somos capaces de alcanzar nuestro
verdadero fin y destino. Si la libertad consistiese en dar rienda suelta
a nuestras pasiones más bajas y a nuestros instintos, los animales serían
más libres que los hombres. Ellos no se sienten inhibidos por la razón
o por la conciencia. Su ley es el instinto y los reflejos.
La verdadera libertad
es la capacidad para dirigir nuestros sentimientos, pasiones,
tendencias, emociones, deseos y temores bajo el gobierno de nuestra razón
y voluntad. Así entendida, la libertad requiere que cada uno sea de
verdad señor de sí mismo, decidido a luchar y vencer las diferentes
formas de egoísmo e individualismo que amenazan su madurez como
persona. Las personas verdaderamente libres son abiertas, generosas en
su dedicación y servicio a los demás.
Recuerda
esto: El Amor no es un sentimiento...es una actitud
Marco Antonio Guizar Ponce" <[email protected]>
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