LA SABIDURIA DE LO ENFERMO:       Dr. Javier Martínez y Dra. Maria Jesús Clavera

La estrategia instintiva del acné

Los etólogos (especialistas en el comportamiento de los animales) nos hablan del papel crucial que tiene la piel entre los primates, grupo zoológico al que pertenecemos los seres humanos. En condiciones normales, los monos se pasan gran parte del tiempo examinándose la piel; al principio se supuso que buscaban eliminar sus pulgas y de ahí que los naturalistas lo llamaron 'espulgueo'; pero, en realidad, los monos buscan en la piel cualquier cosa que destaque en ella: impureza, parásitos ...y granos; (Nosotros usaremos la palabra 'espulgueo' en este sentido amplio).

Este lunes quisiéramos hablar del sentido etológico del acné, de como esas 'espinillas' (comedones, en términos médicos) que aparecen en la cara de los adolescentes cumplen en realidad una función de atracción sexual, claramente definida en los primates. Otro lunes hablaremos de cómo los factores psicoemocionales, además de efecto, son causa moduladora del acné.

Los primates buscan afanosa e incansablemente pulgas y cualquier cosa que destaque y que puedan aplastar entre los dedos (precisamente al mayor de ellos lo llamamos 'pulgar', por esta importante función). Y no lo hacen porque los parásitos o las impurezas de la piel les atormenten, ya que continúan aplicándose a esta tarea incluso cuando, como el caso de un zoológico, están perfectamente limpios y desparasitados. Este comportamiento, nos dicen los etólogos, tiene una fuerte función de atracción y vinculación entre los miembros de una pareja, una familia y una manada.

Entre los monos, 'ofrecer la espalda' o la cabeza para espulgar es un verdadera propuesta de relación (ningún macho dominante, por ejemplo, permitirá que un rival sea expulgado por o expulgue a sus hembras); y 'entrar en el espulgueo' significa aproximar, tocar, oler y fotografiar milimétricamente la piel del espulgado, y vincularse con él mediante un rito complejo perteneciente al instinto.

El hombre pertenece también al grupo zoológico de los primates y, aunque lo haya olvidado, en él persisten aun muy fuertes los automatismos instintivo-vinculativos de la piel y del espulgueo.

En el reino animal (y durante algunos millones de años en las comunidades humanas), la piel y excreciones han producido contrastes, colores y olores que han actuado como marcadores territoriales-individuales y como potentes atractores sexuales. Estas alteraciones dérmicas brotan con fuerza en el inicio de la edad fértil -lo que correspondería a la adolescencia en la especie humana- que es cuando la atracción de la pareja y la competitividad sexual (cortejo y apareamiento) debe ser más incisiva. Las 'señales dérmicas' deben aparecer en zonas corporales visibles, pues no en vano están destinadas a atraer al sexo opuesto y, aunque estas atracciones se dan en los dos sentidos, las señales dérmicas son más potentes en los machos que en las hembras, y más en la época de cortejo y apareamiento que en otra época

La epidemiología y las correlaciones observadas en el acné humano confirman punto por punto todo lo anterior: se da más en zonas visibles (cara, cuello, parte superior de la espalda) y se da más en hombres; aumenta en periodos en que debemos atraer y fijar a la pareja en torno nuestro: adolescencia (debut del cortejo competitivo), pico ovulatorio (momento de máximo estro o atracción sexual), suspensión del uso de anticonceptivos o llegada de la menstruación (que en ambos casos es interpretada por la Naturaleza como un fracaso en la capacidad de ser fecundada la hembra), embarazo, etc.

Antes de la actual era de limpieza diaria, moda unisex y uso masivo de desodorantes, los hombres olian a 'hombres', las mujeres a 'mujeres' y los bebés a 'bebés' y ese olor era profundamente embriagante y evocador, tranportador de reguladores químicos de nuestra conducta (feromonas). Cada sexo tenia ademas sus formas y colores diferenciados, que destacaban en edad y época fértil y cada miembro de la familia tenia sus rugosidades dérmicas y su olor propio, necesarios para ser identificados. Amado y amada desde siempre han explorado la piel recíproca y las madres cualquier rozadura, suciedad o alteración de la piel de sus hijos; y lo han hecho con deleite instintivo.

Aun hoy podemos constatar la persistencia de estos instintos: los chicos saben por experiencia con cuanta fruicción se aplican las chicas a aplastarles granitos y espinillas y cuán pocas se resisten a este poderoso instinto; cuando había alguna crisis con nuestra pareja, a los chicos nos convenía guardar como 'ofrenda' alguna buena espinilla sin aplastar ...para ella (y dejábamos que la descubriese 'por casualidad'). La inmensa mayoría de las chicas, si son sinceras, daran fé de esta enigmática atracción hacia las espinillas, por más que inicialmente estas las provoquen cierto estremecimiento. 

El acné tiene por tanto mucho más que ver con la atracción y vinculación -sobre todo inicial- de la pareja, que con los simples niveles de andrógenos (hormonas sexuales masculinas que determinan la líbido también en las mujeres). Por eso un macho o una hembra 'dominante' (un padre o una madre de familia, con hijos) aunque están mucho más hormonados y tienen más grasa que un adolescente ...tienen mucho menos acné: porque 'ya han triunfado' y porque otros consolidadores etológicos más potentes se han puesto en marcha y han tomado el relevo.

El acné, lejos de ser un 'desarreglo' es algo muy inteligente: si forma una bolsa de sebo y tapona su salida es literalmente ...porque lo quiere hacer. Cuando una presunta 'alteración' esta tan extendida (el 85 % en los adolescentes) no deberíamos llamarla 'alteración' o 'anomalía', si no 'normalidad'; ni deberíamos llamarla 'patología' si no 'fisiología' (comportamiento correcto y previsto por la Naturaleza).

Diga lo que diga la propaganda de cosméticos que aparece en algunas revistas (y los artículos pseudo-científicos que suelen precederlos), la madre Naturaleza y su sabiduría oculta no se dedica a 'afearnos' en la flor de la vida y del brote sexual, precisamente en nuestras zonas más visibles, cuando más tenemos que ser atractivos para competir por el otro sexo. La verdad etológica es la contraria: formar comedones y situar dichas 'espinillas' en sitios muy visibles, es cumplir un importante papel de atracción: ¡lejos de afearnos, nos hace mucho más atractivos al sexo opuesto!
 

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