¡SALUD!
Aunque parezca mentira, saludar es un
derivado de salud. Fueron los romanos los que nos dejaron en herencia
ambas palabras. Por lo visto la salud no era el estado natural
previsible de un romano (quizá porque vivían en una tierra
pantanosa, y por tanto víctimas fáciles del reuma y de los
mosquitos); el caso es que se estableció como inicio de cualquier
conversación, interesarse por la salud del contertulio (a eso lo
llamaron ellos primero salutem alicui dícere = invocar la
salud para alguien, y luego salutare = saludar). No sólo eso,
sino que también la despedida (Vale!) volvía a hacer
referencia a la salud (recordemos la palabra convalescencia, en
la que se recoge el valere de los romanos). Este es
posiblemente uno de los casos en que el lenguaje ha impuesto unos
intereses inexistentes. En efecto, fueron los romanos los que a través
de sus fórmulas de salutación impusieron a los pueblos conquistados
la salud como inicio de cualquier conversación, cuando es
evidente que para muchos de ellos no era la salud una prioridad. Bástenos
comparar con el saludo de los griegos, bastante más saludable que el
de los romanos: caire
(jáire), "alégrate" es su
saludo. Detrás del caire está
la cariV (járis),
que no es poca cosa. Detrás de la salus latina está además
de la salud, la salvación, que comparten las dos el mismo nombre. En
ambos casos se trata de conjurar males que ahí están atormentándonos
o amenazándonos. Es una forma de estar instalados en la vida. Si salvus
y sanus además de su evidente afinidad semántica son también
afines léxicamente, es algo que no está claro. Seguramente que la
clave está en todo caso en el verbo saow /
saw (saóo /
sáo), que significa salvar y que tiene una gran versatilidad
gramatical.
La palabra "¡Salud!" como
exclamación, se usa para brindar como abreviación de la extresión más
larga "a la salud de..." o "a vuestra salud". Su
significado y valor está perfectamente acotado. Donde, en cambio, hay
confusión es en el empleo de esta fórmula para responder a un
estornudo. La historia es larga. Se trata de una práctica ancestral
propia de muchas culturas, relacionada en general con supersticiones
según las cuales mediante el estornudo se conmociona el espíritu
propio o se expulsa un espíritu infiltrado. Ya en Grecia se respondía
al estornudo con la invocación zhqi
(tzézi)= ¡Vive! O con esta otra: Zeu
swzwn (Zéu sótzon) = ¡Zeus te
salve! Y en Roma usaban la expresión ¡Salve!, que era una de
las fórmulas del saludo, es decir de desear salud. En la Europa
medieval, a causa de las grandes pestes uno de cuyos síntomas era el
estornudo, se impuso la costumbre de decir "¡Jesús!" o "Dóminus
tecum" para ahuyentar la enfermedad (he tenido a la vista la
referencia de una bula papal al respecto, pero no la he podido
localizar ahora). El que había estornudado respondía: "¡Gracias!".
En algunos países todavía está en uso y es incluso algo más larga.
Como fórmula alternativa se ha abierto camino la expresión "¡Salud!"
(traducción del "¡Salve!" de los romanos). El
islamismo también ha desarrollado sus fórmulas, no iguales en todos
los países; "¡Vive!", se le dice al que estornuda. Y éste
responde: "¡Contigo!" ("en vida tuya", que diríamos
en español), o "¡Alá te bendiga!", o "¡Alabado sea
Alá!"
Mariano
Arnal
|