HOSPITAL
II
El hospital es una institución
genuinamente cristiana. El emperador Juliano, convencido de que el
incremento del proselitismo de los cristianos respondía a su especial
dedicación a los enfermos sin recursos, quiso hacerles la competencia
fundando numerosos hospitales paganos.
No se tiene noticia de que existiese ninguna
institución de este género en Caldea, Asiria, Egipto ni en ninguno
de los antiguos imperios asiáticos. Ni siquiera en Grecia (los
templos dedicados a Esculapio y demás dioses protectores de la salud,
a lo más que llegaban era a nuestro moderno concepto de ambulatorio).
Los espartanos consideraban molestos para la sociedad al enfermizo y
al enfermo crónico, por lo que no les prestaban la menor atención.
Tampoco había hospitales en la antigua Roma, aunque tuvieron en todas
las casas ricas la valetudinaria, es decir la enfermería,
donde vivían exentos del servicio los esclavos enfermos e impedidos.
Lo más lejos que llegó Roma en este aspecto fue a habilitar en
algunas ciudades, casas públicas para que se albergase allí durante
el invierno la gente sin casa y los extranjeros sin contratos de
hospitalidad. Un decreto del emperador Claudio, por el que se disponía
que los esclavos que hubiesen sido abandonados por sus amos en la isla
de Esculapio recobrasen la libertad si sanaban, hace pensar en la
existencia de algún tipo de institución pública análoga a las valetudinarias
privadas.
Con la aparición del cristianismo se inició
la acción benéfica sobre los enfermos. El jefe de los diáconos,
Lorenzo, el año 258, fundó los primeros páuperae gymnasia,
costeados por la Iglesia, en los que acogían a los dolientes e
impedidos. Grandes varones como san Gregorio Nacianceno tenían a gala
dedicar parte de su tiempo en estas instituciones sirviendo a los
pobres albergados en ellos. Cuando Constantino, convertido ya el
cristianismo en religión oficial del imperio, trasladó su sede
imperial a Constantinopla, mandó construir un hospital para los
peregrinos que iban a visitar Tierra Santa. Según san Isidoro, se le
denominó xenodoxium, es decir, asilo de extranjeros. En
350 el emperador Justiniano construyó en Jerusalén el Hospital de
San Juan, que fue la cuna de los caballeros de Malta. Hasta 35
instituciones de beneficencia llegó a haber en Constantinopla, ya
claramente clasificadas según sus funciones: xenon, xenodoxium o
lobotrofium se denominaban los establecimientos destinados a
acoger a los extranjeros. Pandochaeum se llamaba a las hospederías
gratuitas para caminantes, parecidas a las caravaneras
orientales. Ptochium, ptochodochium o ptochotrofium eran los
hospicios de pobres y mendicantes. Orphanotrophium se llamaba
al orfanato. Geroconium o gerontoconium eran los
hospicios para viejos achacosos y enfermos. Y Nosocomium era el
nombre genérico que se daba a los hospitales.
Cuando los obispados, abadías y parroquias
tuvieron rentas fijas, la cuarta parte de éstas fueron asignadas al
sostenimiento de los hospitales.
Mariano
Arnal
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