DUELO
Del latín dolere. Con esta palabra se
denominan los ritos que acompañan a los entierros. Las mayoría
de procesiones de Semana Santa son ritos de duelo, los
únicos que van quedando, de una ancestral herencia de toda la
humanidad.
Babilonia, Egipto, Fenicia, y Grecia
conocieron ya las grandes ceremonias anuales en que se lloraba la
muerte de un dios. En Babilonia era Tammuz el dios que moría cada año.
Se cantaban ante su imagen dulces cantos elegíacos: "Tammuz,
eres el tamarisco cuya copa no ha florecido porque en el jardín no
encuentra agua; el sauce que no se alegra con el rumor de las
corrientes de agua porque le han arrancado las raíces; eres la hierba
que se ha secado en el jardín..." Su muerte era llorada en
lo más arduo del verano, en el mes de Tammuz, ante la imagen del dios
muerto, al que se prodigaban los cuidados debidos a un cadáver; todo
ello en una atmósfera cargada de incienso de olor intensísimo, como
para resucitarle. En Egipto, coincidiendo con las crecidas del Nilo se
celebraban fiestas en honor de Isis, pues creían que la crecida del río
era debida a las lágrimas que derramaba la diosa por la muerte de
Osiris. En el gran santuario fenicio de Astarté, en Biblos, lloraban
cada año la muerte de Adonis, manifestando su dolor con golpes de
pecho y con cantos fúnebres. Al día siguiente el dios resucitaba y
subía al cielo con todo su esplendor en presencia de los creyentes.
En Grecia y en el Asia occidental eran Adonis y Afrodita los
protagonistas del duelo anual, con diferentes costumbres en cada
ciudad. En Alejandría se portaban ambas divinidades yacentes en
sendos lechos, ataviadas con los atuendos propios de los difuntos. En
el cortejo fúnebre se entonaban cantos elegíacos, en que se hacía
referencia también a la esperanza en la resurrección. En llegando al
mar o a una fuente, Adonis era arrojado al agua en presencia de
Afrodita, momento en que el lamento de las plañideras alcanzaba su máxima
intensidad. Al día siguiente el dios salía triunfante de las aguas.
Las penitencias sangrientas que tienen lugar
durante las procesiones de Semana Santa en algunos lugares, tienen
probablemente su origen en la ancestral creencia de que la sangre
derramada sobre el cadáver, tenía el poder de mantener con vida el
espíritu del difunto. Los sacrificios tanto animales como humanos
sobre su pira o sobre su tumba, y las prácticas sangrientas en el
cortejo fúnebre se han practicado desde la más remota antigüedad.
Los antropólogos ofrecen también como posible explicación de los
castigos físicos en el duelo, que éstos tienen el poder de atenuar o
apagar el más intenso dolor espiritual por la pérdida del ser
querido.
Los ayunos parece que han estado asociados
siempre a los duelos, sea a causa de la pena, sea por el principio
higiénico-religioso que consideraba impuros los cadáveres y que por
tanto imponían la prohibición de comer hasta después del entierro.
De ahí que en muchas culturas (en Galicia, por ejemplo) se celebrase
un banquete llamado "duelo" después del entierro. El ayuno
cuaresmal (cuaresma=40) empezó siendo en el cristianismo de 40 horas
y luego pasó a 40 días.
Mariano
Arnal
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