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DEONTOLOGÍA

Dei (déi), conviene. Éste es el argumento supremo que ha de orientar cualquier conducta. Y es bueno que así sea, porque de esta forma cada uno es el intérprete de las normas de conducta. Ése es el fundamento de la deontología tal como hoy la entendemos. Un poco al estilo del imperativo categórico de Kant: Si crees que tu conducta puede ser elevada a norma general de comportamiento, considera que estás haciendo lo que conviene. Pero no lo que te conviene a ti porque lo haces tú, sino lo que seguirá convininiéndote cuando lo hagan los demás. Lo que equivale a decir que lo que conviene, es aquello que es obligado hacer. No por casualidad el mismo verbo dew (déo) conjugado de manera distinta, significa "atar", es decir que entra en el terreno de la obligación, pero no impuesta desde fuera, sino asumida por uno mismo.

La palabra deontología la puso en circulación el inglés Bentham (1748-1832) en su obra Science de la Morale (París 1832). Pretendía ser una alternativa más liberal del término y del concepto ética (de eqoV / ézos = costumbre), que al ocupar en calidad de concepto laico el lugar del término religioso moral (del latín mores = costumbres) se había moralizado considerablemente, al trasvasarse a ella buena parte de los antiguos contenidos de la moral. Quería llegar a la fórmula kantiana, o dicho en términos históricos, quería llegar al "libre examen" de los preceptos éticos saltándose la carga interpretativa de la moral y de la ética. En su obra póstuma "Deontología o ciencia de la moral" busca el racionalismo (prácticamente un mecanicismo matemático) para valorar las conductas por su utilidad, lo que nos da un valor de la deontología casi en las antípodas del que actualmente tiene. Pero como la humanidad, desde que se desprendió del instinto como desencadenante exclusivo de conductas, necesita inexorablemente algún tipo de moral para regir sus com-portamientos (es decir sus conductas en relación con los demás), también ha moralizado esta última palabra que inventó su autor para que fuera lo más amoral posible. Por consiguiente, cuando alguien clama por la deontología, clama por la moralidad. Esta es una muestra más de que la realidad no se transforma por el simple procedimiento de cambiarle el nombre. Nos hemos quedado con la palabra inventada por Bentham, igual que nos quedamos antes con la palabra "ética", con lo que tenemos un nuevo sinónimo de "moral".

Por supuesto que este término es aplicable a cualquier profesión o actividad en que la falta de adecuación de los medios a los fines, despojaría a ésta de su valor. Pero ha sido especialmente la clase médica la que ha asumido y estabilizado el concepto de deontología, de manera que raramente se nombra o se escribe esta palabra sin ir acompañada del adjetivo médica, que se define (y no podía ser de otra manera) como "ciencia de los deberes" o "teoría de las normas morales", aplicadas en este caso al ejercicio de la medicina. Porque la clase médica tiene un alto sentido deontológico, además de un gran amor a las palabras exclusivas.

Mariano Arnal