Hay acciones cruentas (incluso sacrificios),
con derramamiento de sangre y las hay incruentas, sin derramamiento de
sangre. Crueles (obsérvese que la raíz es la misma) son aquellos que
gustan de la sangre, los sanguinarios; crudeza es la actitud de aquel
que prefiere las cosas crudas, la carne rezumando sangre. El latín
tuvo a elegir dos términos para nombrar la sangre: sanguis, sánguinis,
para referirse a la sangre sola, vista además como principio de vida
y como objeto principal de importantes ritos (en abril tenían el Dies
sánguinis, fiesta en que los sacerdotes hacían aspersiones con
su propia sangre); es el que dio lugar a nuestra palabra sangre. Pero
tenían además el cruor, que no era la sangre propiamente
dicha, sino el líquido sanguinolento que rezuma de la carne cruda; sólo
se usaba esta palabra poéticamente como una variatio de sanguis;
su significado habitual era el de sangre que mana de una herida,
carnicería, matanza. Con un nombre del mismo tronco, kravya,
llaman en sánscrito a la carne viva. El cruor (masculino)
implicaba, pues, crudeza y crueldad. Tenemos en español los derivados
cruento, cruel, crueldad, crudo y crudeza, pero nos falta el primitivo
cruor.
El cultismo cruento procede del latín
cruentus, a, um, que usaban los romanos con el mismo
significado que actualmente le asignamos: que nada en sangre,
sangriento, ensangrentado. Cruenta victoria llamaban a la
victoria que había costado mucha sangre, cruel, sangrienta. Cruentus
sánguine fraterno, era el que estaba manchado con la sangre de su
hermano. Cruentus hostis, llamaban al enemigo sanguinario (sanguinarius
= sanguinario, cruel, inhumano). Tenían también el adverbio cruenter
(cruelmente, de manera despiadada) y el verbo cruentare
(ensangrentar matando, manchar con sangre). A la ceremonia de la
aspersión con sangre la llamaban cruentatio. Es significativa
la definición que da Séneca de la crudélitas (crueldad): est
atrócitas ánimi in exigendis poenis, "es la atrocidad del
ánimo a la hora de pasar cuentas" (atrocidad viene de ater,
atra, atrum, que significa negro, oscuro, sombrío; es la negrura
del alma). La crudélitas procede de crudus, a, um, un
evidente derivado de cruor (sangre) y se refiere originalmente
a la carne que por estar sin cocer, aún sangra. Lo dice san Isidoro
en sus Etimologías: se llama crudum quod sit cruentum, se
llama una cosa cruda porque es cruenta, es decir porque sangra (ese es
ciertamente el significado que da origen a todos los demás). Crudum
vulnus no es la herida cruda, sino la reciente, que aún está
sangrando. Por analogía con la carne que se considera no comestible
mientras sangra, es decir mientras no está cocida, se trasladó la
denominación de crudo a todo aquello que no estaba cocido; luego a lo
que no estaba maduro: poma cruda, frutas verdes; crudus
palmes, sarmiento tierno; cruda puella, mocita inmadura
(que no ha llegado aún a la edad núbil) crudus amor, amor que
aún está verde, que no ha madurado. De ahí pasaron incluso los
romanos a llamar crúditas (crudeza) a la indigestión, cruditare
al digerir mal y cruda alvus al estómago que digiere mal (que
deja los alimentos crudos). He ahí, pues, cómo la crudeza o el
simple estar crudo, y la crueldad con todos sus sinónimos, tienen
finalmente su trasfondo cruento, que tiene su origen en el cruor,
es decir en la sangre que rezuma la carne cruda, recién herida o recién
matada.