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CONSULTA 

En medicina este término tiene dos acepciones: se llama consulta a la visita del médico realizada en su mismo despacho (por extensión se le asigna este nombre asimismo al despacho); y se llama también consulta a la reunión de dos o más médicos para deliberar sobre el diagnóstico y tratamiento de un determinado caso clínico. Lo que está claro en la palabra es que se trata de la denominación más ostentosa de la visita del médico. Y está bastante clara una cosa más, y es que a la consulta del médico, no se va a consultar nada. Este nombre se extiende en el de consultorio, que viene a ser el colectivo de consulta en el sentido de despacho médico. 

¿Por qué nos hemos quedado con este nombre que no responde a la realidad? Probablemente por el mismo motivo que llamamos doctor a una infinidad de médicos que no tienen ningún doctorado; porque preferimos ir al oftalmólogo que al oculista, al odontólogo y al estomatólogo que al dentista; porque nos encanta ir al otorrino. La cuestión es darles el máximo realce al médico y a su actividad. Porque la verdad es que no vamos al médico a consultarle sobre nuestra salud, sino a ponerla en sus manos. Nos dejamos llevar. Son resabios de cuando la medicina estaba en manos de brujos, magos y astrólogos. 

Consulere, significa deliberar sea consigo mismo, sea con otros, pensar, reflexionar, y finalmente tomar decisiones, llegar a acuerdos. Consultare es el frecuentativo del anterior, con los mismos valores, pero más intensos. Incluye este último el valor de preguntar, interrogar. Consultare aves era para los romanos consultar los auspicios (que se adivinaban por el vuelo de las aves). Está claro que no es precisamente la consulta lo que más abunda en los consultorios, a los que más propiamente se debería llamar dispensarios, porque lo que más se hace en ellos es dispensar medicinas (más propiamente recetas); que venimos de una cultura en la que el valor curativo está más en las pócimas que en el médico. 

Pero habiendo calado profundamente en toda la población la cultura sanitaria, y teniendo ésta su punto de partida no en la enfermedad, que es el dominio inexorable del médico, sino en la salud, entramos en un campo de amplísima opcionalidad en el que hemos de hablar realmente de consulta. En cuanto tratamos de medicina preventiva, de mantenimiento de una buena forma física, de alimentación sana y equilibrada, nos salimos totalmente del campo de la prescripción, más propio de las enfermedades, para pasarnos al de la consulta. 

Por otra parte es tal la sofisticación de algunas ramas de la medicina, que no es fácil tomar decisiones sin una información bien sólida. Pensemos en los tratamientos y en la cirugía relacionados no con enfermedades, sino con el aspecto físico. Es imprescindible que el consumidor de esos servicios sanitarios cuente antes de decidirse con información puntual de los procesos a que va a ser sometido, y no sólo de los beneficios, sino también de los costos que pueden acarrearle a su salud. Y para que esa información sea fiable, ha de provenir de un servicio de consultores ajeno al centro interesado en el cliente.

Mariano Arnal