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CEREBRO

En nuestra lengua es un cultismo que ha conservado su original forma latina gracias a que no ha sido absorbido y sometido a las transformaciones fonéticas propias de la lengua vulgar. Basta comprobar que las sílabas –re- y –bro- se repelen, de manera que es frecuente oír la pronunciación celebro, que es la que nos dio el descalabro y el descalabrado, pasando por el descerebrado. Esto nos lleva a sospechar que en algún momento se usó la palabra cerebro como sinónimo de cabeza, cosa que aún hoy permite muy bien la lengua: no tener cabeza o perder la cabeza se dice cuando ésta ha quedado hueca, vacía de los sesos o el seso, que ese fue el camino que finalmente prefirió la lengua vulgar para el cerebro. 

Cerebrum es la palabra latina de la que procede nuestro cerebro. Los romanos la usaron tan poco como nosotros, y con las mismas oscilaciones de significado según lo considerasen sede de la inteligencia o de los sentimientos. En esta dirección va en efecto Plauto (autor teatral, que nos ofrece por tanto latín hablado) cuando usa la expresión cerebrum úritur =le bulle el cerebro, arde el cerebro con una idea o un propósito. El fuego acabó desplazándose al corazón. En cambio cuando Suetonio dice: de purgando cerebro cogitavit = pensó en la conveniencia de purgar su cerebro, se refiere a poner remedio a desarreglos mentales. Horacio usa la expresión cerebri felix en el sentido de "de inteligencia fecunda". Fulgencio usa la palabra cerebrum en el sentido de pensamiento, intención. En la lengua hablada, probablemente se usó con el simple valor de cabeza (de acuerdo con su probable origen griego). En efecto, a una especie de cofia que se usaba al menos en el siglo IV la llamaban cerebellaris (formada a partir ya del diminutivo, del que derivan el francés, el italiano y el catalán su palabra cerebro): es evidente que usaban la cofia para cubrirse la cabeza, no el cerebro.Y un dato léxico más: advirtiendo que la desinencia -osus es peyorativa (famosus es el que tiene mala fama), tenemos el adjetivo cerebrosus con el que se expresaban todas las dolencias y desviaciones del entendimiento y de la conducta: cerebrosus bos era el buey que no se dejaba dominar, reacio; y aplicado a personas, que era lo habitual, significaba tanto enfermo del cerebro (lo que llamamos estar mal de la cabeza), como calavera, inconstante, loco, ligero de cascos, caliente de cascos, fogoso, violento, cabezudo, encaprichado. Senex hic cerebrosus est, certo = ciertamente, este viejo está loco, desvaría.

En cuanto al origen de la palabra latina, todo apunta al griego karh (káre), cuya forma consolidada es kara (kára) o incluso kar (kar) y significa cabeza. Nuestra cara viene del latín vulgar cara, tal y cual. No aparece escrita hasta el siglo VI, con el significado de cara; pero es verosímil que entrase en el latín a través del griego, y con su mismo significado de cabeza. Más, el kranion (kraníon) viene de kara (kára); de hecho es su diminutivo, con caída de la primera a. Así que tenemos en la misma madeja el cerebro, el cráneo y la cara, siempre en torno a los mismos significados, y siempre tendiendo al diminutivo. Y hasta la calavera se nos cuela aquí: de calvaria (de calvus), se cruzó con cadáver y con el cerebro de nuevo en descalabro y encalabrinar.

Mariano Arnal

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