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DEL DIA A DIA
- EL DÍA DE LA LUNA -
Identificada con Diana, la diosa femenina de la luz. La mujer, la casa, la familia.Medicina

CARITAS, SANITAS Y DEMÁS ACENTOS

Para que la incorporación de una palabra latina o de cualquier otra lengua a la nuestra se produzca fielmente, es indispensable someter esa palabra a las normas de acentuación de la lengua que la acoge. Si hoy decimos nómina y per cápita, si se han mantenido en nuestra lengua con la pronunciaciación correcta, es porque desde el primer momento, cuando eran aún palabras latinas, se les puso el acento siguiendo las normas de acentuación de nuestra lengua; de lo contrario estaríamos diciendo "nomina", "per capita", y un largo etcétera. Los "puristas" del latín sostienen que puesto que esta lengua no se acentúa, ni necesita acentuarse si se es buen conocedor de la muy compleja prosodia latina, no debe acentuarse nunca; ni siquiera cuando las palabras latinas se instalan en otras lenguas. Olvidan por supuesto que los "lectores", aquellos cuyo oficio era leer (más bien cantar) en las ceremonias religiosas, precisamente esos fueron los que inventaron las notaciones a las que hoy llamamos acentos y signos de puntuación. A todas esas anotaciones que les permitían leer (cantar) correctamente cuando lo hacían ya en público durante la liturgia, las llamaron ad cantum, que pasó a convertirse en accentum y que hemos traducido como "acento". Y esa ha seguido siendo desde entonces la función del acento: indicar cuál es la pronunciación de la palabra cuando se aparta del acento llano, que es el dominante de la lengua. Es tal la obviedad de este principio, que la Iglesia católica, cuyo estado Vaticano tiene el latín como lengua oficial del estado (lengua viva por tanto, aunque sea en ese estado minúsculo), acentúa el latín, claro que sí; porque quienes han de leer los textos no saben tanta prosodia como para poder prescindir de los acentos. Es cuando ejerce el latín de lengua totalmente muerta, cuando puede prescindir de la acentuación. Pero en cuanto recupera el más leve hálito de vida, ni puede ni debe prescindir del acento, precisamente porque no es una lengua hablada. Los dislates que resultan de no acentuar las palabras latinas cuando son susceptibles de ser pronunciadas incorrectamente, los tenemos en Cáritas y Sánitas. Cuando allá por los años 50 el episcopado español fundó Cáritas para canalizar la ayuda alimentaria de América, hizo una concesión a la modernidad, y contra los criterios de la Iglesia, que sí acentúa, dejó de acentuar la palabra; de modo que mientras los eclesiásticos y la gente más culta que le sonaba esa palabra antes de verla en los embalajes y en los rótulos leía Cáritas aunque no estuviese el acento; la mayoría de los destinatarios de la ayuda leían "caritas", y en efecto iban a "las caritas" a buscar comida. Ante la evidencia de que se habían convertido ya en "las caritas" en lugar de la institución de "caridad" que pretendían ser, se bajaron del burro y pusieron por fin el acento, y ahora ya no hay confusión posible: todo el mundo dice "Cáritas". Los que no se apearon del burro fueron los de "Sánitas", que pretendieron darle a su institución un nombre latino revestido de dignidad y significado ("Salud", pero en latín). Y claro, al no ponerle el acento le pasó lo mismo que a Cáritas: todo el mundo pronunciaba "sanitas"; y con esto se han quedado: con un ridículo y absurdo diminutivo plural femenino del adjetivo sano, sana. Para este viaje no se necesitaban tan ricas alforjas.

EL ALMANAQUE examina hoy la raíz derma- dérmato- que ha dado lugar a una gran multitud de términos médicos.