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LÉXICO

SANGRE

Quizá una de las calificaciones más adecuadas de lo sucedido en Uganda sea la de "vuelta a la barbarie". No de los hechos, sino de las ideas. Unas ideas que no hubieran podido prender en cualquier cultura pero que son, no lo olvidemos, patrimonio de toda la humanidad; un patrimonio del que tenemos un memorial eterno "hasta la consumación de los siglos" en el sacrificio de la Misa.

Si aplicamos a este sacrificio el mismo análisis que a los demás ritos, hemos de admitir que el de la Misa no es un fenómeno aislado y único en la sintaxis de los sacrificios, sino que forma parte de todo un sistema del que quiere ser al mismo tiempo culminación y cierre. El sacrificio de la Misa no se explicaría sin todo el sistema sacrificial en el que se ha moldeado nuestra cultura. ¿Y qué es en él la sangre? Desde los mismos inicios de nuestra cultura religiosa, está la sangre gravitando con un peso enorme: el valor purificador de la sangre por una parte y la prohibición absoluta de alimentarse de ella por otra, son los ejes de la doctrina hebrea sobre la sangre, que llega intacta hasta nosotros en el sacrificio de la Misa: "Todo hombre de la casa de Israel o todo extranjero que viva entre vosotros que coma sangre, no importa qué sangre, me volveré contra él y lo arrancaré de en medio de su pueblo. Sí, la vida de la carne está en la sangre. La sangre yo os la he dado para que con ella hagáis sobre el altar el rito de la expiación por vuestras vidas; pues la expiación por la vida, con la sangre se hace. He aquí por qué he dicho a los hijos de Israel: "Nadie de vosotros comerá sangre; ni el extranjero que vive entre vosotros". Cualquier hijo de Israel o extranjero residente entre vosotros que cace un animal o un ave que le está permitido comer, deberá derramar la sangre en tierra y cubrirla de tierra. Pues la vida de toda carne es su sangre y yo he dicho a los hijos de Israel: "No comeréis la sangre de ninguna carne, pues la vida de toda carne es su sangre, y todo el que coma sangre, será eliminado". (Levítico, 17, 10-14). Se trata de un precepto capital en el contexto global de los sacrificios, que junto con el de la condena del incesto y la institución del sábado, forman los grandes pilares conductuales del pueblo de Israel. Es de notar también que si no fuese porque se partía de un sistema muy próximo al de los depredadores que beben la sangre de la presa, y que sin duda era la forma habitual de alimentación de todos los pueblos, no insistiría tanto la ley en este tema (que se va repitiendo insistentemente). Pero es por encima de todo el hecho de que el hombre era la víctima más preciada, lo que hizo especialmente importante este precepto. La vida (=la sangre) especialmente la humana, era de Dios. Por tanto toda sangre debía estar prohibida al hombre.

En la cultura romana tiene también la sangre un peso considerable. Aunque no se ha podido determinar el origen de sanguis, sánguinis, no podemos pasar por alto que está en los dominios léxicos de Sangus, el dios que pasa por Sancus y acaba siendo Sanctus. Sobre ello se permite Tito Livio un juego de palabras:Sanguine Hannibalis sanciam romanum foedus. "Sancionaré la alianza romana con la sangre de Haníbal". Sancire era contraer un compromiso ante Sangus y depositar en su templo el respectivo documento. Todos los valores metafóricos que tiene nuestra palabra sangre, se los dieron ya los romanos. Instituyeron nada menos que el Dies sánguinis, el día de la sangre, en las calendas de abril. Ese día los sacerdotes hacían aspersiones sobre el pueblo con su propia sangre. También para ellos la sangre purificaba y vivificaba.

Mariano Arnal

 

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