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LÉXICO

RELIGIÓN 2

En el anterior artículo religión, me inclinaba por la etimología más comúnmente aceptada, según la cual procedería del latín re-ligare y significaría "volver a atar". Esta etimología me viene como anillo al dedo para interpretar la religión como la solución de emergencia a que hubo de recurrir la especie humana después que por des-ligarse de la naturaleza, que mediante los instintos le tenía ligado a formas inamovibles e indiscutibles de conducta, se vio sin ningún tipo de ataduras y expuesto por tanto a los terribles inconvenientes que esta situación comportaba, en especial respecto a la vida colectiva. El comportamiento instintivo, respecto al comportamiento "libre" (y entrecomillo porque el instinto no niega la libertad, sino que está en un plano distinto que nada tiene que ver con ella) cuenta con la ventaja de la necesidad y de la inexorabilidad. De la misma manera que es inexorable tener los miembros que se tienen, sin que se pueda considerar una limitación de la libertad el no poder elegirlos cada uno a su libre albedrío, así también es inexorable tener las conductas que se tienen, cuando éstas son regidas por los instintos. Según esto, la religión sería una especie de sucedáneo de los instintos, y estaría más cerca de la conducta instintiva que del comportamiento racional. En efecto, las tres virtudes teologales se mueven en planos distintos y a menudo opuestos a la razón. La fe casi siempre es gratuita, al igual que la esperanza. Y no digamos el amor. La razón tiene ahí muy poco campo. Es comprensible, por ello, que todo el que aspira a tener el máximo poder sobre un pueblo, intente dirigirlo mediante mecanismos religiosos con preferencia a cualesquiera otros. Por eso, las formas políticas con mayor voluntad de dominación, se distinguen por sus caracteres marcadamente religiosos, predominando en sus planteamientos y en sus procedimientos la más obstinada arbitrariedad e irracionalidad. Esta es, acaso, la razón profunda de que los poderes políticos que no se alían con la religión, la combatan sin cuartel; porque se constituyen ellos mismos en religión por lo que respecta a los mecanismos de penetración en las mentes y en las conciencias. Si se ha combatido con virulencia extrema en los últimos decenios la enseñanza de la religión, no ha sido porque se estuviese contra "lo religioso", sino contra cualquier religión que les hiciese la competencia a las doctrinas que se pretendía impartir. Se daba por descontado que teniendo el pueblo una forma mentis típicamente religiosa, cualquier nueva doctrina, tanto dogmática como moral que se le impartiese, adoptaría en sus mentes la forma religiosa, por lo que era imprescindible desplazar del ámbito docente e informativo cualquier otra religión. Lo mismo que ocurrió con las humanidades, no es que hubiesen retrocedido, sino que habían sido sustituídas por otras humanidades diseñadas a la medida del nuevo poder político. No estamos, pues, ante la defensa de la religión y de las humanidades por parte de unos y la oposición a estas disciplinas por parte de otros, sino a un simple (o no tan simple) cambio de poder.

Mariano Arnal

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