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LÉXICO

IGLESIA

Dos son los orígenes posibles de ekklhsia (ekklesía), la palabra griega de la que procede iglesia: ek-kleiw (ek-kléio), que significa dejar cerrado fuera, prohibir la entrada, echar fuera, excluir. Ek (ek)es el prefijo preposicional que significa fuera, fuera de; y kleiw (kléio) significa cerrar con cualquier medio (kleiV / kléis será la llave). Suena duro que pueda ser exactamente eso una iglesia, pero está dentro de lo posible y no se aleja en exceso de la otra posible etimología: el prefijo sigue siendo el mismo, ek (ek), con el mismo significado de exclusión, más el verbo kalew / kaléo (perfecto, keklhka / kékleka)= llamar, atraer hacia sí, convocar, convocar a una asamblea. Es digno de notarse que al añadirle el prefijo ek (ek),no queda modificado el significado original de kalew / kaléo, de donde no sería temerario deducir que el prefijo está añadido con toda la idea de selección, y por tanto de exclusión. Suena mal ahora que somos tan plurales, tan universales, tankaqolikoi (kazolikói= por todas partes, de todo el mundo), tan oikoumenikoi(oikumenikói = tan ecuménicos, tan de toda la tierra habitada, es decir de todos los pueblos y naciones). Suena mal la exclusión o la exclusividad, pero ahí está bien marcada mediante el prefijo ek. Pero no son sólo los elementos, también es la totalidad de la palabra la que nos lleva a esta conclusión: ekklhsia (ekklesía) es para los griegos la asamblea, en especial la de los ciudadanos en la paz, y la de los guerreros en campaña; un númerus clausus, número cerrado, del que están excluidos explícitamente todos los que no tienen la capacidad deliberativa que da el formar parte del dhmoV (démos), es decir de la propiedad de la tierra. Curiosamente se utiliza ekklhsia

(ekklesía) en oposición a sullogoV (sýl-logos) ysunagwgh (synagogué), ambas con el prefijo sun (syn) de compañía, en oposición al prefijo ek / ex (ek / ex), de exclusión.

Precisamente gira en torno a este conflicto cualquier planteamiento eclesiástico de cualquier iglesia. Fue el conflicto planteado por el mismo Cristo frente a fariseos y saduceos, que estaban empeñados en que sólo debía haber redención para el pueblo de Israel. Y el aperturismo de Cristo, la universalidad de su mensaje de salvación, tuvo que abrirse paso con enormes dificultades en la Iglesia primitiva, judaizante, exclusivista (ex clusivo es el que cierra /cludit, claudit a los demás fuera). Fue precisamente Saulo, un fanático judío que veía en la manía pluralista y universalista de la secta judía de los cristianos, un gran peligro para la salvación del pueblo judío; fue precisamente éste, caído del caballo en el camino de Damasco, el gran apóstol de la universalidad y de la pluralidad del cristianismo. Pero si es humano pelearse y hasta matarse entre los propios hermanos para ser menos y tocar a más en el reparto de la herencia, ¿qué no ha de ser con los considerados extranjeros, usurpadores y advenedizos? ¿Repartir con ellos la tierra? Ni la tierra ni el cielo, ni siquiera el camposanto. En tratándose de herencias, no hay adopciones que valgan, ni reconocimiento de hijos nacidos fuera de la casa paterna o fuera del tronco familiar. No hay más legitimidad que la que proporcionan los genes. Son los ancestrales dioses lares los que exigen que les rindan culto y les ofrezcan las víctimas solemnes los legítimos sacerdotes de la nación.

Mariano Arnal

 

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