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LÉXICO

PÍLDORA 

Viene del latín pílula, pelotilla, bolita, cagarruta, píldora. Cuando se introdujo en España la píldora anticonceptiva, su nombre de guerra fue “la pilula”. Es el diminutivo de pila, pílae, que significa pelota (para jugar). Studium pílae es como llamaban a la afición a los juegos de pelota. Dii nos quasi pilas hómines habent, decía Plauto: “Los dioses a nosotros los hombres nos llevan como pelotas”. Y la expresión “Mea pila est”, que significa “la pelota es mía”, “es mi pelota”, “lo llevo como una pelota”, es muy probablemente la que dio lugar a nuestro castizo “meapilas”, lo que hoy llamamos un pelota, un adulador, más que un beato. Pues bien, añadiéndole a la raíz pil- la desinencia de diminutivo femenino –ula, se obtuvo la palabra pílula. En todas las lenguas de nuestro entorno se ha mantenido esta raíz para denominar la píldora.  

Hoy preferimos el nombre genérico de pastilla (diminutivo de pasta) para el mismo formato y presentación de los medicamentos; pero en origen había una gran diferencia entre la pastilla y la píldora, y es que aquella estaba formada básicamente de azúcar, como los jarabes (en esa misma línea está la gragea, que viene a ser un sinónimo de confite, pero en menudo); la píldora en cambio, aunque más pequeña (nunca mayor que un guisante) es de por sí amarga. De ahí las expresiones “tragar la píldora”, “tragarse la píldora”, “hacerle tragar a uno la píldora”, “meterle a uno la píldora en el cuerpo”. Todas ellas hacen referencia a lo desagradable y difícil que es ingerir esta medicina. Por eso, cuando alguien consigue que otro le acepte cosas difíciles y amargas de digerir, dice metafóricamente que ha logrado hacerle tragar la píldora. 

Pero la reina de esas expresiones es “dorar la píldora”, que usamos en sentido metafórico para indicar que vestimos las obligaciones o las imposiciones amargas de la manera más atractiva posible. Y sin embargo, con todo lo metafórica que parece esta expresión, responde a la naturaleza misma de la píldora. En efecto, cuando las píldoras se elaboraban en la rebotica de las farmacias, resulta que el oro en polvo o en panes muy diminutos era una de las sustancias que nunca faltaban, porque como rey de los metales se le asignaban notables cualidades terapéuticas. Y puesto que las píldoras estaban formadas de sustancias amargas (no se usaba en ellas ningún excipiente edulcorante), cabía la opción, si se podía pagar, de dorar la píldora, o un poco más económico, de platearla, que también se usaba la plata para este menester. Mediante este procedimiento se conseguía no sólo adornar la píldora sino también hacer que se pudiera tragar sin saborearla en toda su amargura. Por las explicaciones que da la enciclopedia Espasa sobre la forma de dorar o platear las píldoras, junto con todo el proceso de fabricación, hay que deducir que a principios del siglo XX era ésta una práctica muy corriente. 

Volviendo al aspecto léxico, es de destacar que probablemente nos pasamos de la forma píl-ula a píl-dora porque su aspecto dorado debió influir para que el diminutivo ­–ula se convirtiese en la desinencia –dora, lo que sin embargo no eliminó su calidad de amarga. No obstante, al asociarse hoy la píldora a efectos tan deseados, ha reforzado su áureo y mágico prestigio.

Mariano Arnal

 

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