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LÉXICO - FIEBRE AFTOSA I

Es la fiebre acompañada de aftas. Y afta se llama a una pequeña vesícula, luego ulceración blanquecina en la mucosa de la boca. Tenemos en el mismo orden léxico, la “estomatitis aftosa de los niños”. Es decir que los términos afta y aftoso-a tiene que ver con la boca. Si no fuese por la manía de decir las cosas en griego, probablemente las llamaríamos “pupas”; pero este es un término muy genérico, más común en en lenguaje infantil. 

Afta viene del griego ajqa (áfza), usado generalmente en plural: ajqai (áfzai), que denomina a una especie de úlcera que probablemente produce quemazón, si atendemos al origen de esta palabra, que es el verbo aptw (hápto), que significa lucir y también quemar. El origen griego de la palabra no aporta nada nuevo, fuera de la oportuna erudición. Hemos de entrar pues a la definición clínica del término para saber de qué hablamos. 

Por empezar, si bien el nombre de “fiebre aftosa” se podía haber aplicado a cuadros clínicos humanos, puesto que la asociación de las aftas con la fiebre es algo corriente, sin embargo se ha reservado para denominar una enfermedad propia de unas especies animales muy concretas, caracterizada por la fiebre alta y por la aparición de aftas. Es una enfermedad bastante benigna que como todas, ataca con mayor virulencia a los animales más débiles, entre ellos las crías. En los cuadros más agudos cursa con fiebre muy alta, y las aftas se desarrollan en la boca, en las membranas nasales, en las glándulas mamarias y en la banda coronaria. Si se complica la enfermedad, puede dar lugar a erosiones de la lengua, infección de las lesiones, deformación de los cascos, mastitis con disminución de la producción de leche, miocarditis, aborto, pérdida de peso, problemas de control térmico… y muerte. (Información de DISCOVERY-SALUD a través de un artículo de Lluís Botinas). 

La descripción de las secuelas de la fiebre aftosa suena apocalíptica. Pero a poco que examinemos las estadísticas, veremos que afecta a un porcentaje mínimo de los animales que la contraen, sin someterlos a tratamiento. El servicio australiano de salud, que se tomó la molestia de observar el desarrollo completo de la enfermedad en grandes rebaños, constató que la mortalidad no supera en ningún caso el 5%de los animales que contraen la enfermedad. Pero si tan pronto como la contraen se les da una alimentación equilibrada y se les pone en condiciones razonablemente higiénicas, ésta remite en la mayoría de los casos sin dejar rastro. 

Esta enfermedad no afecta al hombre, sino tan sólo a los ganados vacuno, ovino, caprino y porcino, entre los de cría. Entre los animales salvajes afecta al ciervo, al reno, al jabalí, al búfalo, a la jirafa y demás animales “de pezuña hendida”. Por eso ni siquiera tiene sentido sanitario que se retire del mercado la carne de los animales muertos de fiebre aftosa, pues no ofrece ningún peligro para la especie humana. Pero con lo remilgosos que somos, mejor haríamos regalando los millones de animales sacrificados por estas enfermedades a los pueblos que no tendrán ocasión de infectarse ni de la locura de las vacas ni de la fiebre de los cerdos, porque antes los habrá matado el hambre.

Mariano Arnal

 

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