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LÉXICO

NOMBRE

Anteayer se celebró el santo nombre de Jesús, además de su Circuncisión. (La ceremonia en que se le impuso el nombre.) Difícilmente se puede entender el significado de esta fiesta si no se tiene presente el culto al nombre, fruto del significado profundo, casi mágico, que todas las culturas le han concedido.

En el célebre problema filosófico de los Universales se plantean dos posiciones antagónicas: la de los Nominalistas y la de los Realistas. Los primeros sostienen que los nombres de las cosas tienen un valor arbitrario, mientras los segundos, con Platón a la cabeza, afirman que los nombres están en las cosas y que incluso están por encima de ellas.

Ni que decir tiene que Platón es un filósofo poeta e intuitivo, por lo que sintoniza con todo un mundo mágico, poblado de espíritus y de fuerzas que están dentro de la materia y de ella dimanan, y sostiene que esas fuerzas viajan con los nombres. Esta es una creencia casi universal de la humanidad en su época animista. Lo único que hace Platón es perpetuar estas bellísimas creencias dándoles forma filosófica (y poética) en su teoría de las Ideas. Son las Ideas, son en realidad los nombres el fundamento de las cosas; son las cosas las que proceden de los nombres, y no a la inversa. Esta visión culmina en el precioso texto platónico del inicio del Evangelio de San Juan: En arch hn o LogoV (En arjé én o Lógos). En el principio era la Palabra, y la palabra ocupaba el lugar de Dios y Dios era la Palabra... Todo por ella fue hecho, y sin ella nada de lo que existe existiría..."

Si esa es la convicción acerca de los nombres de las cosas, cuál no será la fuerza y virtud que se asigna a los nombres de las personas, que son en fin de cuentas los que las hacen grandes. Esto es evidente en los apellidos. Todas las personas que son valoradas por su apellido, por ser hijos y parientes de quien son, avalan esta convicción. Son muy pocos los que se hacen un nombre de la nada, comparados con los que lo heredan. Esto no es tan evidente respecto a los nombres de pila, pero cuando se cree en él igual que en los apellidos, éste ejerce también su influencia, especialmente si tiene una gran carga emocional.

De los dos elementos de que consta el nombre, los apellidos vienen dados por herencia, y por tanto no se pueden elegir; pero sí se pueden lustrar y engrandecer; y a eso tienden todos los padres, para dejarles a sus hijos unos buenos apellidos. El nombre de pila, en cambio, sí que lo eligen, y lo hacen teniendo en cuenta los valores y virtudes que viene acumulando a lo largo de la historia de la familia, o de la colectividad de que forman parte; o lo eligen considerando nuevos valores y nuevas virtudes. Por eso, porque es tan importante, el nombre se impone mediante un ritual solemnísimo.

Mariano Arnal

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