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LÉXICO

NÁUSEA 

Igual que mareo viene de mar, náusea viene de nave. La náusea nació en los navegantes, también llamados navegadores. En latín, que es nuestra fuente inmediata, escribían indistintamente náusea o nausia. Su significado era el que dan los diccionarios españoles: mareo, náusea, ganas de vomitar, basca; y en sentido figurado, el fastidio profundo, el asco que causa una cosa. Nausia era para los romanos la forma culta, transcripción directa de la palabra griega, que es ese su origen primero. Los griegos a la nave la llaman nauV (náus), y al que va en ella, al navegante lo llaman nauthV (náutes), que los romanos transcribirán como nauta. Del primitivo nauV (náus) formaron el derivado nausia (nausía), que los romanos nos transmitirían en forma de náusea. 

¿Por qué hemos olvidado el origen náutico de la náusea, cuando es ahí, en ese contexto, donde la náusea es auténtica, profunda, intensa, patética; un malestar del que piensa quien lo padece, que dejará en él el alma? Quien no ha pasado por esa experiencia, no sabe lo que es de verdad la náusea. Sus demás formas son sombra y alegoría de la náutica. Los griegos, por cierto, prefirieron la forma nausiasmoV (nausiasmós), más pleonástica, formada a partir del verbo iterativo nausiazw (nausiátzo), que es volver una y otra vez a esas bascas tras las que parece que vaya a echar uno el estómago por la boca. 

Y ¡mira lo que son las casualidades!, las nuevas tecnologías nos han metido a internautas, navegantes de internet. Y como ocurre en el mar, parece lo más propio que un mar revuelto o una nave insegura, tendrían que provocar en el navegante que no tiene el estómago hecho a esos trances, una náusea insoportable. O por lo menos la forma más tenue del mareo. Pues por lo visto, ni una cosa ni otra. Parece que es un privilegio de navegantes sensibles percibir la náusea que necesariamente ha de provocar una navegación tan atormentada. Parece que la mayoría de internautas ni tan siquiera navegan ellos: son transportados por los fletadores de naves internáuticas que los llevan anestesiados como si de fardos se tratase. Yacen en la nave que les lleva amodorrados no saben por qué mares. Esa es la navegación fácil, la que te libra de sostener el timón y de ir con los ojos abiertos. 

Pero si los mares son nauseabundos y están plagados de gérmenes patógenos transmisores de enfermedades, no nos libraremos por estar anestesiados. La insensibilidad no nos inmuniza contra las enfermedades, sino que tan sólo nos ahorra los dolores. Debiéramos por tanto cultivar nuestra sensibilidad de navegantes de la red, para gozar en ella cuando los contenidos lo merezcan, y para dejarnos afectar por el mareo y por la náusea cuando lo que encontramos a lo largo de nuestra navegación nos revuelve el estómago y el espíritu. Hemos caído demasiado pronto en la conformidad de aceptar niveles ínfimos en la red. Hemos aceptado sin apenas presentar batalla, que no tenemos posibilidades de participar en la confección de los contenidos. Nos hemos resignado sin más a ser sujetos pasivos del medio que técnicamente permitiría el máximo nivel de interactividad. Muchos motivos tenemos para la náusea en nuestro quehacer de navegantes de la red.

Mariano Arnal                                                 

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