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LÉXICO

ESCLAVITUD 

El cine y la novela se han cuidado de que nos horrorice la palabra esclavitud; por eso, a la hora de llamar a las cosas por sus nombre, empleamos muy poco esta palabra tan malsonante. Y sin embargo es de plena aplicación a todo aquel que es comprado y vendido para servir a un tercero; todo aquel por quien hay que pagar rescate, porque alguien se ha adueñado de él o comprándolo o secuestrándolo. 

Partiendo de esta premisa, que es la buena, la que corresponde a la esencia de la esclavitud, podemos detectar en nuestra sociedad un floreciente tráfico de esclavos, empezando por los de gran lujo, por los que se pagan miles de millones de pesetas, tan caros como les costaban los gladiadores (también esclavos) a los romanos. Me refiero a los futbolistas, que se compran y se venden como si de una mercancía más se tratara; eso sí, como si fueran piedras preciosas u obras de arte, pero mercancía al cabo. En ese mismo nivel, pero con metodología distinta, está la esclavitud de los que son secuestrados por bandas de todo género, que han descubierto que el secuestro y posterior venta de gente previamente seleccionada por su valor monetario, es mucho más rentable que el tráfico de drogas o el de armas. Es la esclavitud de altos vuelos. 

Pero como son muchísimos más los pobres que los ricos, son pocos los que viven de la compra-venta de estos últimos. En cambio están proliferando las mafias que viven de secuestrar directamente o de engañar y estafar, a gentes que han puesto en la emigración toda su esperanza de vida, y se ponen en manos de esos negreros que les “venden” el billete de emigración por el trabajo en régimen de esclavitud de buena parte de su vida. En este grupo, merece mención aparte la floreciente esclavitud sexual. 

Servitudo llamaban los romanos a la esclavitud, y servus al esclavo. Ya hicimos por camuflar la realidad, ya, pues para denominar al esclavo importó nuestra lengua una palabra bizantina sklauoV (skláuos), de origen árabe, dejando la de servus para las formas más benignas o mejor simuladas. Así no nos suena mal servir, servicio, servidumbre, ni siquiera siervo. Es que por negar los señores feudales que tenían esclavos, decían que en realidad eran siervos de la gleba o payeses de remensa, gente atada no al señor, sino a las tierras del señor. Y no era mejor la situación de la mujer, que ni siquiera era llamada serva, sino ancilla, y cuando los dueños de mujeres descubrieron la utilidad de explotarlas sexualmente las llamaron prostitutae, es decir puestas a la venta (en realidad al alquiler). Y prefirieron llamarlas prostitutas que esclavas, porque este último era título bastante más denigrante. Aunque al nombre de esclavo no le falta su original historia. Parece que procede del árabe siqlab, que era el nombre de los eunucos. Recuerdo de esa palabra nos queda en el término “ciclán”, que es el animal al que le faltan uno o ambos testículos. La palabra es realmente cruda, pero deberíamos acostumbrarnos a usarla donde toca, así nos daríamos cuenta de que estamos dando un gran salto atrás en la valoración humana.

Mariano Arnal

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