ECOTERRORISMO

El envenenamiento de un río con ácido y la amenaza de continuar con este tipo de acciones a mayor escala, ha dado lugar a que se forjase una nueva palabra: ecoterrorismo, es decir terrorismo ecológico. Muy bien compuesta, por cierto, pues se juntan en ella los dos elementos que constituyen su esencia: el terror como medio de chantaje para obligar a alguien a ceder o conceder lo que de otra manera no aceptaría; y el que la amenaza consista en destruir o degradar gravemente el ecosistema que sostiene a la población capaz de influir en la actitud de aquellos a quienes se exigen contrapartidas por dejar de destruir. El terror de la población ante semejante amenaza, es el mecanismo con el que especulan los terroristas para mover a los políticos, que es de quienes exigen la solución en calidad si no de responsables subsidiarios, sí de magnates cuyos recursos tanto económicos como políticos, son inagotables. Se trata, claro está, de aterrorizar a una población lo más numerosa posible, porque cuanta mayor sea la población aterrorizada, tanto mayor será la presión de ésta sobre los políticos. Si se limitase el sindicato en cuestión a aterrorizar al patrón con quien está en conflicto, el costo sería mucho mayor, y los resultados más pobres.

Es que la clave está en las mismas palabras: al elemento eco-, obtenido del griego oikoV (óikos; por reducción del diptongo, ecos), que en latín se transformará en vicus, que es la aldea, hemos convenido en darle el valor de casa común de todos los seres vivos de una determinada zona geográfica natural. La amenaza de destruir lo que es la casa natural de todos los hombres, animales y plantas que vivimos en un lugar, no es como para tomársela a broma, mucho menos si se hace previamente una demostración contundente. Siendo la naturaleza un bien común, cuyo deterioro puede afectar gravísimamente nuestras vidas (con el envenenamiento del agua y del aire se hacen demostraciones convincentes), tanto a corto como a largo plazo, es inevitable que la amenaza de actuar contra ella produzca terror en todos los afectados. Pero no sólo eso, sino que el hecho de que se haya generalizado el interés genérico de la gente más sensible por el respeto a la naturaleza, hace que se les pongan los pelos de punta incluso a muchísimas personas alejadas de la zona amenazada, a quienes no afecta la amenaza, pero que profesan el ecologismo casi como una religión.

Respecto al segundo elemento, terrorismo, es evidente su adecuación al hecho que denomina. Porque se trata de aterrorizar, de chantajear mediante la amenaza de algo que duele y perjudica profundamente. La destrucción de la naturaleza y su grave deterioro por diversos motivos (intereses económicos, imprudencias, venganzas, etc.), es algo que está al orden del día; pero eso son delitos contra la naturaleza, algo muy distinto de los delitos de terrorismo, en que el chantaje basado en el terror es pieza capital: "la única manera de evitar que cometa el delito contra ti o contra aquel o aquello que quieres, es ceder a mis exigencias". Y a partir de ahí, conseguir que la amenaza sea convincente, hacer actuar al terror. Si es cierto, como dicen algunos etimologistas, que terreo y terror vienen de tarassw (tarásso), va en el significado el andar liando a la víctima, manteniéndola insegura, de manera que nunca se sienta confiada.

Mariano Arnal

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