CLOROFILA
Algún nombre había que ponerle a la
sustancia verde que da color a las hojas; en 1817 los químicos franceses Pelletier y
Caventou pensaron en la existencia de esa sustancia, y efectivamente consiguieron
separarla de la hoja (hacerla blanquear), pero matando esa sustancia, a causa de los
disolventes agresivos que usaron para ello. No obstante, habiendo dado con esa nueva
entidad, le pusieron nombre: la llamaron clorofila. Formaron la palabra con el
adjetivo griego clwroV (jlorós) y el sustantivo jullon (fýl.lon). El primero significa
"verde", por supuesto; pero se trata de un verde pálido, verde amarillento, e
incluso amarillo. Precisamente se usa esta misma palabra para denominar el cloro,
un gas amarillo verdoso, más que verde amarillento. Lo mismo ocurre con la clorosis,
que en fitopatología denomina la enfermedad de las plantas que se caracteriza por
presentar las que la padecen, una tonalidad amarillenta; y en medicina se llama
así a una clase de anemia propia de mujeres jóvenes, que les da un tono de piel amarillo
verdoso. Los antiguos la llamaron el morbus vírginum, la enfermedad de las
muchachas; en la Edad Media fue conocida también como morbus amatorius, la
enfermedad amatoria. Palidez verdosa. Queda claro, pues, qué entendían los griegos por clwroV (jlorós), y cuál es la
valoración y el uso que se ha hecho de este adjetivo.
En cuanto al segundo elemento, se trata por
supuesto de jullon (fýl.lon), que significa hoja.
Tenemos pues que el nombre completo significaría "verde-hoja" o "verde de
hoja". El inconveniente de jullon (fýl.lon), es que su transcripción al
español es la misma que la de julon (fýlon), (una sola l), que significa estirpe, linaje, raza; con lo que se podría interpretar
erróneamente clorofila como "de raza o linaje verde" (cosas más raras
suceden). Y se confunde asimismo con la raíz jilo (fílo),
que significa amar; con lo que al averiguar el significado, podría caer uno en el error
de interpretarlo como "amante de lo verde", "que tiende a lo verde".
Salvados estos posibles equívocos resultantes de faltarnos la doble "l"
y la distinción entre la "i" y la "y", nos queda
razonablemente explicado el nombre de la clorofila, que a la vista está, tampoco
es para entusiasmar. Es uno de esos nombres que en vez de explicar aquello que denominan,
requieren un esfuerzo adicional para ser explicados y entendidos.
Está claro que la gran cantidad de palabras compuestas con el
lexema cloro (alrededor de un centenar) ya no hacen referencia al color verde (o
verde amarillento), sino al elemento químico cloro, que no se distingue
precisamente por ser verde; lo cual denota que estamos ante un nombre equívoco. Quedan
fuera la clorita, el cloritoide, el cloritoesquisto, la clorófana, la clorofeíta, la
cloroespinela y el clorópalo, minerales cuyo nombre se debe a la coloración verde que
presentan. Asimismo en biología se dice que son clorados los cuerpos que tienen manchas
amarillas o verdosas. Forman asimismo parte del grupo léxico de la clorofila las algas
clorofíceas, normalmente verdes. Asimismo, el cloroma (nombre de tumoraciones verdosas en
patología) forma parte de la línea verde. He ahí, pues, una extensa colección de
palabras para las que necesitamos una guía de interpretación, para saber si su nombre
nos indica que son verdes, que son amarillas, o que tienen que ver con el cloro.
Mariano Arnal
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