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ARTICULOS - ECOLOGIA

EL GNOMO, EL ASTROLABIO, LA PIRÁMIDE Y EL TELESCOPIO

Donde dijo Arquímedes respecto a la fuerza física "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo", podríamos decir respecto a la fuerza del conocimiento: "Dadme un punto de referencia, y conoceré todo el universo". Lo que para la fuerza física es el punto de apoyo, lo es para la fuerza intelectual el punto de referencia, que de hecho es un punto de apoyo en el que sostener la palanca con que se mueven los pesos más ingentes. Y curiosamente el primer aparato astronómico fue algo tan simple como el gnomon (gnwmwn / gnómon, que es el que conoce, el que discierne; de ahí el que juzga; y de ahí, la norma, la ley, la referencia; y en el plano físico, la aguja de un cuadrante solar, el mismo cuadrante, la clepsidra, la aguja del reloj de sol...). El gnomon fue en principio un pilar de piedra acabado en punta. Con una altura de 2,5 m para empezar, y 12 en un estadio ya muy avanzado, tuviron bastante, desde 1000 años antes de Cristo. Con eso sólo y las sombras que proyectaba en el suelo o en una pared enfrentada, se hicieron los antiguos una buena composición del sistema solar y una razonable idea del resto del universo. Incluso tuvieron desde muy antiguo la idea de practicar un orificio muy cerca del extremo del gnomon, para así corregir las imprecisiones de la sombra. Poco antes del descubrimiento del telescopio, allá por los siglos XV y siguientes, decidieron rematar con gnomos algunos campanarios de catedrales, para sacarle el máximo partido al invento. La pirámide de Keops, la mejor estudiada desde la perspectiva astronómica, fue una especie de supergnomon de funciones múltiples: sus cuatro caras se corresponden exactamente con los puntos cardinales; las entradas secretas sólo se podían descubrir con claves astronómicas; y sobre la cabeza del faraón yacente daba un ventanuco-chimenea orientado con extraordinaria precisión a Sirio, la estrella sagrada de los egipcios. No sería nada extraño que la pirámide fuese el resultado de completar la mastaba con un gnomo destinado a la observación astronómica. Pero no lo sabemos. Como ignoramos también qué elementos de la construcción de las catedrales tenían funciones astronómicas además del campanario. Porque son ciertamente muchas las agujas para ser tan sólo un capricho arquitectónico. Es que todo eso formaba parte de las más elementales obviedades, como que el ábside de las iglesias estaba orientado (es decir construido mirando hacia el oriente, hacia la salida del sol), porque a partir de ahí la iglesia toda ella, y en especial el campanario, era un instrumento de orientación completo. Y seguro que si se examina con cuidado el concierto de los salientes y agujas de más de una catedral, se llegará a ver en todo él un primer intento de referencia múltiple, predecesor del astrolabio. Porque ¡hay que ver cómo se conocieron el cielo nuestros antepasados mientras vivieron la casi totalidad de la agricultura, que fue como quien dice hasta anteayer! Sería divertido descubrir que tenemos dibujadas constelaciones y signos zodiacales en las catedrales. Divertido y gratificante, pero en absoluto sorprendente. Al fin y al cabo, tanto caminantes nocturnos como navegantes, se guiaban por las estrellas, y por tanto tenían que saber leer en el cielo como en un libro abierto. Si Víctor Hugo supo leer en el interior de Notre Dame toda la doctrina cristiana, un astrónomo acaso hubiese sido capaz de leer el cielo en el exterior. Pero el telescopio ha arrumbado los conocimientos astronómicos primitivos, y los ha desestimado por estar contaminados de astrología.

EL ALMANAQUE examina hoy qué pudo ser el astrolabio.