APRENDER

Decía en el artículo en-tender, que los animales que viven en libertad en su hábitat natural no necesitan tender a nada, porque ya están en. Que es el hombre el que se ve obligado a en-tender, porque es de naturaleza in-acabada, im-perfecta. No acaba nunca de llegar adonde va y siempre está tendiendo hacia algo, en tensión, in fíeri (haciéndose). Por lo mismo el animal que vive en libertad tiene dos razones por las que no necesita aprender nada: primera, porque en lo que afecta a su vida, lo sabe todo; y segunda porque tiene en perfecto funcionamiento los mecanismos de relación con la realidad: tiene todo su sistema vital perfectamente preparado para responder a los estímulos externos, por lo que no necesita crear nuevos estimuladores de su conducta ajenos a la natural cadencia estímulo-respuesta. No necesita aprender nuevas conductas, ni menos nuevas cosas (que en la mente tienen la forma de "conceptos").

Vamos, pues, a los contenidos del aprendizaje. Parece evidente que no es lo mismo aprender a usar los órganos de que te ha dotado tu propia naturaleza, que aprender cosas. Es incontrovertible que todo animal, nada más nacer, pone en marcha toda la maquinaria física de que dispone en ese momento, sin aprendizaje previo. Del mismo modo, tal como va desarrollándose durante el crecimiento, esa maquinaria se va perfeccionando, con lo que simplemente se aplica a responder a los estímulos con su nueva capacidad, sin que podamos decir que se trata de un aprendizaje propiamente dicho. Las instrucciones de uso forman parte del órgano, están tan predeterminadas como el mismo órgano, por lo que son inseparables del mismo. Hablar, por tanto, en estos casos de aprendizaje, son ganas de sacar el verbo de su contexto.Digamos que la vida y hábitos que le son propios a cada uno, no se aprende: se nace con ellos y se crece en ellos. Al referirnos, pues, a estos procesos, tendríamos que sustituir el término aprendizaje por el de ejercitación.

Los romanos llamaban al aprendizaje teórico, disciplina; y al aprendizaje práctico lo llamaban usus. Entendían tan claramente que no tenía nada que ver una cosa con otra, que no usaban como nosotros un mismo nombre con dos apellidos distintos, sino dos nombres totalmente distintos. Nuestro verbo aprender lo hemos sacado del latín apprehendo, apprehendere, apprehensum, formado por el prefijo ad (la d, asimilada por la p que le sigue), más el verbo prehendo, prehendere, prehensum. Mediante los prefijos ad, cum, y re se especializa el verbo, partiendo siempre del significado de prender, coger, agarrar con fuerza, propio del verbo sin prefijo. (En las lenguas románicas hemos añadido el verbo sorprender, probablemente a partir del francés sur-prendre). Es evidente que hay acción de "prender" en la asimilación de nuevos conocimientos, pero no en el adiestramiento, no en la conducta. Y por lo que respecta al saber, volvemos a estar en lo mismo: el animal que vive en el hábitat que le es propio sabe todo lo que necesita para que los mecanismos estímulo-respuesta funcionen a la perfección.Y no por el conocimiento (=de oídas), sino por el sabor, sentidos más fiables el del gusto y el olfato, que el del oído.

Mariano Arnal

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