INCONTINENCIA
Con la palabra incontinentia traduce la Vulgata el término akrasia (akrasía) que emplea san Pablo para justificar el débito conyugal. No os
rechacéis el uno al otro...no sea que os tiente Satanás por vuestra incontinencia (dia thn akrasian). La palabra incontinentia sólo traduce una parte del término akrasia (akrasía). Se trata de un compuesto de, kratoV (krátos), que es la fuerza, el
vigor, el dominio. AkrathV (akrátes) por tanto (con la a privativa)
es aquel a quien le falta el poder, quien no tiene dominio (en este caso, sobre sí
mismo). Y akrasia (acrasía)
es la fata de fuerza, la debilidad. Los griegos llamaban a
la vejez la acrasía de la edad; en medicina la acrasía de las manos o de
las piernas era la pérdida del dominio sobre estos miembros. Del que era incapaz de
contener su lengua y decía todo lo que le venía en gana, decían que sufría acrasía
verbal, la que llamamos nosotros incontinencia verbal. La acrasia en la bebida
era la afición a beber inmoderadamente.
Estamos ante una visión diametralmente opuesta de lo que es el poder y el no poder, la
potencia y la impotencia. En nuestras lenguas y en nuestra cultura, que ha promocionado y
mitificado el ejercicio del sexo (inequívocamente del masculino), potencia es capacidad
copuladora; e impotencia, incapacidad de copular. En la cultura estoico-cristiana, en
cambio, se llama impotencia (en griego akrasia / akrasía, falta de poder y
dominio, rebajada a incontinentia en latín) a la incapacidad de dominar los
impulsos sexuales. Nada sorprendente, si tenemos en cuenta que donde estaba el déficit
más importante no era en la capacidad de copulación, sino en la de contención de los
deseos sexuales (el término, claro está, se forjó pensando en la sexualidad masculina);
y que sólo puede haber orden sexual si hay autorrepresión o autodominio de los impulsos
sexuales, es decir capacidad de contenerse. Cambian los héroes según los dos puntos de
vista: en el individualista-machista, es el más poderoso el que mayor capacidad de
copulación tiene; en el que se esfuerza por integrar la sexualidad del individuo de
manera que no vulnere la libertad sexual de los que forman su entorno, el más poderoso es
el que es capaz de contener su sexualidad en los límites socialmente pactados. Eso es
poder, eso es dominio, eso es potencia. Lo contrario es impotencia e incontinencia.
San Pablo, en el mismo capítulo 7 de la famosa carta a los Corintios, establece dos
niveles de continencia: una rigurosa, la que practica él mismo, consistente en renunciar
totalmente al sexo; el llamado celibato. Lo alaba, pero recomienda de forma más
perentoria el matrimonio. Por lo visto los efesios (auténticos ad-efesios) estaban
empeñados en ser más papistas que el papa, y querían hacer que san Pablo se pronunciase
por las opciones más puristas y extremistas. Pero les dice claramente: Respecto a lo
que me escribisteis, es bueno que el hombre no toque a la mujer; pero por razón de la
prostitución (exactamente porneia / pornéia, prostitución) cada uno
tenga su mujer, y cada uno su marido. Y luego remata más adelante recomendando que se
practique asiduamente el sexo (a ser posible eligiendo la vía más excelente: el amor),
no vaya a ser que la excesiva continencia desemboque en incontinencia con el diablo por
medio.
Mariano Arnal
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