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EL DIA A DIA

LA FUGA DE UN NOMBRE

En mis meditaciones sobre la obligaci�n de hablar mal cuando la higiene moral y mental exigen hacerlo, pas� por la maledicencia; de �sta salt� a la maldici�n. Y al investigar maldiciones concretas y las palabras en que �stas se expresan, di con el conjuro-maldici�n que constituye el n�cleo del ritual instituido en la ley de Mois�s para combatir el peligro de la frialdad de la mujer en el matrimonio. Me detuve en este tema el viernes pasado y transcrib� el texto b�blico en que se establece la celebraci�n del "sacrificio por los celos", cuya sustancia es una especie de "juicio de Dios" para dilucidar si la esposa que se muestra fr�a con su marido, se comporta as� porque ha puesto su mirada y su cuerpo bajo otro hombre, o si es inocente del delito de infidelidad a pesar de su inexplicable e inadmisible comportamiento. Claro que como se trata de un comportamiento inexplicable e inadmisible, el pobre hombre que sospecha de su mujer en esos casos, no ha de rendir cuentas de sus accesos de celos y por tanto tiene todo el derecho a recurrir a este rito cuantas veces quiera, desembocando en el repudio, si el problema no se resuelve. En el seguimiento de la frialdad tropec� inevitablemente con la frigidez, y �oh sorpresa!, lo primero que descubr� fue que �ste era un t�rmino de veterinaria que se aplicaba indistintamente al macho y a la hembra que no sent�an atracci�n mutua cuando el criador as� lo deseaba y esperaba, generalmente en complicados procesos de hibridaci�n. Se trataba, no lo perdamos de vista, no de una anomal�a, sino de un hecho que contrariaba los intereses del criador. Es este concepto, con la respectiva palabra, el que se traslada de la veterinaria a la ginecolog�a; y dentro de �sta, para m�s inri, a la psicolog�a (hemos dado un gran salto en la marcha imparable del progreso, pasando de la sospecha de culpabilidad de la ley de Mois�s, a la certeza de una enfermedad que se debe diagnosticar, tratar y curar en el civilizad�simo y human�simo sistema de la ciencia y la conciencia modernas). �Qui�n aplaude? Pero no acaban aqu� las sorpresas: resulta que ya el Derecho Can�nico, escrito en lat�n, al impedimento matrimonial de la impotencia (canon 1069), del var�n por tanto, lo llama frig�ditas, que los moralistas traduc�an como "frialdad", antes de que la ciencia veterinaria tropezara con la frigidez de los animales que no se quer�an aparear; un tecnicismo que luego se aplic� a la mujer que o no quer�a aparearse, o no lo hac�a satisfactoriamente. Fr�gidos vero appellarunt eos viros qui necessario calore fuerunt destituti, ut er�gerent membrum, mul�erem perforarent atque seminarent intra vaginam, dice el texto can�nico. "Llamaron fr�gidos a aquellos varones que se vieron faltos del necesario calor (ardor) para erigir el miembro, perforar a la mujer (desvirgarla) e introducir el semen dentro de la vagina". Y a continuaci�n, en las consideraciones que hace el texto sobre la necesidad de asegurarse de que esa situaci�n sea irreversible, antes de considerarla un impedimento para el matrimonio, asienta el sustantivo "frigidez" (traducido como "frialdad"): Nostra aetate, antequam propter impotentiam coeundi ex frigiditate vel caliditate n�llitas matrimonii declaretur, sedulo inquirendum est , num revera illius impotentiae coeundi adsit causa perpetua et incur�bilis. "En nuestro tiempo, antes de declarar la nulidad del matrimonio por la impotencia de copular a causa de la frigidez o a causa de la calentura (la que da lugar a la eyaculaci�n precoz), hay que averiguar con cuidado si esta impotencia de copular es perpetua e incurable.

EL ALMANAQUE se detiene hoy en la palabra impotencia.